Por Xavier Corrales para Rebelión.
Caricatura del dibujante español Pedripol.
Tras dejar atrás los fuertes y diarios enfrentamientos de manifestantes con carabineros en Santiago de Chile y Valparaíso, y las manifestaciones y concentraciones pacíficas en La Serena, Iquique y Arica, llegué a La Paz, Bolivia.
Frío por los 3.800 metros y mal de altura, pero carencia de disturbios y ni siquiera el rastro de las pintadas en las paredes y monumentos saturados de color e imaginación en Chile (muchas iglesias con eslóganes contra la pederastia). Los embotellamientos de micros y coches particulares son constantes en la capital, pero destaca la espectacular arquitectura de Mi Teleférico que une el socavón de La Paz, con los 4.100 metros de El Alto, la pujante segunda ciudad del país con una población rondado el millón de habitantes. Con sus ya terminadas diez líneas en funcionamiento, es la red de teleféricos de transporte humano más larga del mundo, con una frecuencia entre cabinas de unos segundos, silenciosa, segura, y con un diseño de estaciones funcional y vanguardista. Para el turista es un lujo contemplar desde lo alto y sobre las azoteas de cinco pisos la panorámica de dos enormes ciudades con el imponente Illimani (6.460 metros) de nieves perpetuas, a tiro de foto sin zoom, por unos céntimos de euro.
Mi Teleférico es una de las tantas cosas por las que Evo Morales ya merece pasar a la historia de este país históricamente empobrecido desde la Colonia pese, o precisamente, por sus inmensas riquezas minerales. Bolivia ha sido un país marcado desde la Conquista por la minería, y si hay un Departamento que representa esto como ningún otro, este es el de Potosí. Eduardo Galeano escribió: «esta ciudad condenada a la nostalgia, atormentada por la miseria y el frío, es todavía una herida abierta del sistema colonial en América: una acusación. El mundo tendría que empezar por pedirle disculpas». La decisión del indígena-presidente de que el sector minero contribuyera para financiar sus políticas sociales, ha sido clave para que la pobreza se contrajera del 60,6 al 34,6% durante su mandato, con una reducción en la pobreza extrema del 38,2 al 15,2%. El propio Financial Times reconoció que la política del gobierno de Morales había llevado al país a triplica la economía boliviana al tiempo que se había logrado un récord en reservas de divisas.
Bolivia es la principal proveedora de tungsteno, hierro y antimonio a Estados Unidos, y una de las más importantes de cobre, plata, oro y zinc. Sin embargo, las relaciones comerciales entre ambos países se han visto notablemente afectadas por el creciente papel de China en la región: el 21% de las importaciones del país provienen del gigante asiático (que es hoy además su principal acreedor), mientras solo el 7,5% lo hacen de Estados Unidos. Pero lo más determinante es el litio. El pintoresco y turístico Salar de Uyuni contiene 21 millones de toneladas de litio, el 70% de las reservas mundiales. La demanda de este mineral se duplicará para 2025. Ese año aparecía en la agenda del gobierno boliviano, coincidiendo con el 200 aniversario de la independencia del país, el completar un primer proceso de industrialización, con el litio como parte sustancial, pero su extracción requiere de nuevas técnicas para adaptarse a la altura y humedad que obstaculizan los sistemas de evaporación. China tenía posiciones mineras en las salinas de litio y ofrecía mejor tecnología y más ingresos para el país que otras empresas occidentales. El lunes 11 de noviembre, mientras el presidente Evo Morales partía para México tras la amenaza golpista del ejército, las acciones de Tesla (coches con baterías de litio) se disparaban un 2,36%. Hay pruebas de que los Estados Unidos y otras potencias estaban detrás del golpe de estado, junto a sectores de la oligarquía boliviana.
También la jerarquía católica puso su granito de arena. Tras mandar a las catacumbas del cardenal indígena, Toribio Ticona, la rancia jerarquía blanca, señorial y pro Comité Civico, tachaba a los gobiernos «populistas» como de amenaza a la paz hemisférica. Los sermones de Gualberti, obispo de Santa Cruz, alentaron junto a la radio Erbol a los portavoces de la campaña golpista. La semana de la presentación de candidaturas para las elecciones del próximo 3 de Mayo, la homilía de Gualberti estuvo dirigida a implorar a los partidos de la derecha a unirse en un frente común: «tiene que primar, incluso por encima de las justas aspiraciones, la salvaguarda de la democracia y de la unidad alrededor de programas comunes, evitando la dispersión y el peligro de recaer en sistemas autoritarios» -proclamó desde el púlpito refiriéndose al MAS de Morales. La Iglesia no se conmueve por las numerosas muertes de pobres indígenas a balazos, pero tiembla ante la posible derrota de una parte de su linaje privilegiado y racista durante siglos.
Los medios suelen ocultar que la presidenta interina Jeanine Áñez es una ferviente militante de una iglesia evangélica, religión que cuenta con un 18 % de fieles en el país bien organizados y que presentaron a un candidato a las elecciones presidenciales, emulador del brasileño Bolsonaro, que obtuvo un 8% de los votos.
Divididos en cinco coaliciones electorales de derecha y una de centro, todos estarían en contra del MAS, más que probable triunfador en la primera vuelta en Mayo, de cara a una segunda si éste no obtiene más de un 40% de votos y le sacan más del 10% a la segunda candidatura.
Mientras tanto, la presidenta ya ha expulsado a los 725 médicos cubanos que atendían en las zonas más desprotegidas donde sus colegas bolivianos se niegan a instalarse, a lo que el canciller cubano replicó que Añez debería «explicar al pueblo que tras retorno de los brigadistas se han dejado de realizar más de 454.440 atenciones médicas en dos meses, casi 1.000 mujeres no han contado con asistencia especializada en sus partos y 5.000 intervenciones quirúrgicas y más de 2.700 cirugías oftalmológicas no se han realizado. No son sólo cifras, son seres humanos».
Por otro lado, continúa a diario la persecución política y el encarcelamiento de ex ministros, dirigentes y posibles candidatos del MAS, mientras los paramilitares del ultracatólico Camacho, el Macho, el de la biblia y la cruz en el palacio presidencial, inmunes tras sus actos vandálicos y acosos en Santa Cruz, aguardan en sus cuarteles de invierno a la espera de que se les vuelva a convocar como anuncian si la candidatura de Evo como senador es aceptada por el Tribunal Electoral.
La sacrosanta OEA, brazo político de los Estados Unidos en América Latina, detectó irregularidades en 226 mesas electorales, mucho menos del 1% de las 36.000 del país, y toda la derecha y casi toda la socialdemocracia mundial coreó que hubo fraude. Incluso si todos esos votos se hubieran contado para la oposición, igual hubiera ganado el MAS en primera vuelta. Sin embargo estos días, Diego García-Sayán, el relator enviado por las Naciones Unidas, expresó que «le preocupa el uso de las instituciones judiciales y fiscales en Bolivia con fines de persecución política», pero los medios no lo citan y los gobiernos europeos callan. García-Sayán publicó que «podría haber sido ésta una transición democrática, pero no, hay persecución política usando a la justicia», criticando a su vez «la imprevista postulación de Jeanine Áñez para la presidencia en los próximos comicios que «golpeó en la médula de una transición en la que el gobierno habría tenido que ser 100% neutral». En este contexto delicado, hay razones para concluir que la independencia judicial está bajo ataque y que el ejercicio libre de la abogacía se encuentra seriamente afectado», sostuvo en un periódico local.
La Central Obrera Boliviana, la COB, el sindicato más fuerte del país, tiene su sede, cedida por el gobierno de Evo, en la calle Pisagua, una empinada travesía cercana al centro de La Paz. El minúsculo edificio es muy humilde, de vigas y suelos de madera en mal estado, al que se accede por una estrecha y desnuda escalera. La recepcionista es una indígena que, en un cubículo en cuyo interior había mantas extendidas en el suelo, tenía a sus dos hijos durmiendo. Conseguí entrevistar a Pedro Vargas, un dirigente sindical, el cual justificó la posición del la central que en los días de las revueltas de las clases medias y altas proclamó que «si la renuncia del presidente era una solución para recobrar la calma, debía hacerlo para evitar un derramamiento de sangre del pueblo». Esta sangre se vertió en abundancia pese a la renuncia, exilio o detención de Evo Morales y de casi todos sus ministros.
Luis Arce y David Choquehuanca, en la ciudad de El Alto, proclamando su candidatura.
Morales, desde su refugio actual en Argentina, coordina la campaña del Movimiento al Socialismo ante las elecciones presidenciales del 3 de Mayo, cuya propuesta terminó siendo Luis Arce y David Choquehuanca, los anteriores ministros de Economía y de Exteriores como presidente y vice presidente, y se ha postulado como senador por Cochabamba, la región productora de la hoja de coca que se vende por kilos en cualquier mercado o en bolsitas de mate para curar el mal de altura de los turistas. Evo ha sido reelegido como presidente de las Seis Federaciones del Trópico de Cochabamba, la organización que le catapultó a la política en la década de 1990. Morales ha declarado: «Creo que el pedido de renuncia que ellos hicieron hacia mí fue por una cuestión de miedo. Yo mismo no podía entender cómo la COB podía pedir mi renuncia para dar oportunidad a la derecha. Ese fue un error político de la COB, pero no por las reivindicaciones sectoriales de las que hablé antes, porque ellos mismos me han propuesto que sea candidato a presidente, defendieron mi candidatura y se movilizaron por ella. Hubo un momento en que los tomó el temor y se lanzaron a pedir mi renuncia. Eso lo van a llevar como un error histórico».
Cincuenta metros más arriba de desnivel escalonado en la misma calle Pisagua, se encuentra la Federación Nacional de Cooperativas Mineras (FENCOMIN). Cuando llegué había mucha agitación en pasillos y despachos. Un dirigente zanjó las discusiones e informó que había que desplazarse con rapidez hasta un salón cedido por la Cámara de Comercio, pues iba haber una rueda de prensa a las 11 de la mañana. El inicio de la rueda se demoró hasta las 12, pero mientras tanto se repartieron banderas de la Federación y del Partido Acción Nacional Boliviano, PAN-BOL, se encasquetaron cascos mineros y varias decenas de trabajadores posaron para las fotos mientras acudían reporteros y fotógrafos.
La FENCOMIN había protagonizado huelgas, bloqueos de carreteras y enfrentamientos con el gobierno en el 2016 en las minas de Oruro. A través de la movilización pretendían imponer la consolidación de contratos suscritos con empresas transnacionales modificando el régimen legal en materia de minería y restituir el proceso de privatizaciones de las áreas mineralógicas. Como en los westerns norteamericanos, quien encuentra un filón mineral es dueño de él, y así muchos pobres se hicieron ricos y contrataron a gente humilde a quienes no se les pagaba ningún tipo de beneficio social, jubilación o seguro de trabajo, gente humilde que trabajaba en negro y en situación precaria en beneficio de los empresarios cooperativistas en sociedad con las transnacionales que se llevaban los grandes beneficios. Tampoco se pagaban impuestos y el gobierno de Morales quiso poner coto a esto. Resultado de las revueltas: mineros enfrentados, cuatro de ellos muertos por disparos de la policía y Rodolfo Illanes, viceministro del Interior, secuestrado, torturado durante horas y asesinado cuando intentaba mediar.
Ahora, en esa rueda de prensa, se presentaba a Feliciano Mamani, dirigente de los cooperativistas para la vicepresidencia de la nación, acompañando a Ruth Nina, que se había postulado para presidenta en las anteriores elecciones por el partido de derechas obteniendo el 0’65 % de los votos y cero diputados. Acudieron casi más periodistas que militantes en un acto que me pareció falsamente obrerista, de propaganda de cara a los medios de comunicación, prácticamente todos a favor del usurpador gobierno de Jeanine Áñez, que pese a su promesa al asumir el cargo, también se presenta para seguir presidiendo el país después del 3 de Mayo.
También asistí a otro acto pre-electoral, ya que algunos participantes del mismo se alojaban en mi hotel y me invitaron. Tal como me indicaron, acudí en un micro hasta El Alto que me dejó a la puerta de la FEJUVE, la Federación de Juntas Vecinales. Menos de 50 personas y una mesa presidida por el coordinador de la Federación de El Alto acompañado de representantes de Santa Cruz, Cochabamba y otras poblaciones. En un ambiente mitinero, retransmitido por una radio de la ciudad, se proclamaba que los municipios que ellos representaban eran los que aportaban más riqueza al país y reclamaban, como emprendedores, menos impuestos para que El Alto se convirtiese en una gran maquila industrial y en el puerto seco de Bolivia, que perdió su salida al mar en la guerra contra Chile tras el tratado de paz de 1884. Algunos de los representantes manifestaron su desacuerdo y hablaron de unidad. Se notaba que eran partidarios del Evo.
Esa noche me topé cerca de la plaza Murillo, sede gubernamental, al representante del acto por Santa Cruz. Tenía pinta de cowboy, botas altas, sombrero alón de cuero y mascaba coca todo el tiempo. Resultó un arquitecto «hecho a sí mismo desde la extrema pobreza» que se representaba sólo a sí mismo.
Viajé a los Yungas y a Cochabamba, donde se advertía poco movimiento político y sí muchas pintadas en las rocas de las carreteras del tipo EVO SIEMPRE y EVO CUMPLE. Crucé parte del cocalero Chapare y dejé Santa Cruz, camino de Argentina en medio de una epidemia de dengue, con decenas de muertos y casi 3.000 infectados.
Siguen las impugnaciones a la gestión de todos los ministros y altos cargos del gobierno anterior, en muchos casos con cárcel provisional o arresto domiciliario, se suspende el programa de desarrollo de la energía nuclear con fines médicos emprendido con Rusia y Argentina y los gestores del llamado «golpe del litio», siguen nerviosos porque las encuestas siguen dando como favoritos a los candidatos del primer presidente indígena del estado plurinacional de Bolivia, el más pobre del continente americano, pese a su espectacular crecimiento de los últimos años.
Por Xavier Corrales para Rebelión.