La principal organización israelí de derechos humanos (B’Tselem), y la más importante a nivel internacional (Human Rights Watch), publicaron informes lapidarios donde acusan a Israel de ser un régimen de apartheid y de cometer el crimen internacional de apartheid; y ambas dicen que ello ocurre en todo el territorio que Israel controla, desde el Mediterráneo hasta el río Jordán. Es decir, fue el año en que la calificación de Israel como apartheid –como venían diciendo por más de una década.
Por María Landi
¿Qué ha significado el año 2021 para la lucha del pueblo palestino? En una mirada inmediatista puede parecer que la situación no ha hecho más que empeorar, y así lo indican las cifras de niños y jóvenes asesinados o encarcelados, de viviendas demolidas, de personas y propiedades atacadas y tierras robadas por los soldados y colonos israelíes armados, y un largo etcétera. Pero visto en perspectiva, éste será el año en que la legitimidad de la causa palestina creció, mientras la del Estado de Israel avanzó hacia un deterioro irreversible.
En efecto: este fue el año en que la Corte Penal Internacional –en una decisión largamente esperada– finalmente abrió una investigación sobre los crímenes de guerra cometidos por Israel; y en que la principal organización israelí de derechos humanos (B’Tselem), y la más importante a nivel internacional (Human Rights Watch), publicaron informes lapidarios donde acusan a Israel de ser un régimen de apartheid y de cometer el crimen internacional de apartheid (respectivamente); y ambas dicen que ello ocurre en todo el territorio que Israel controla, desde el Mediterráneo hasta el río Jordán. Es decir, fue el año en que la calificación de Israel como apartheid –como venían diciendo por más de una década personas y grupos de la sociedad civil y la academia de Palestina y de otros países− se volvió mainstream. Y también, por primera vez, las voces y el relato de las nuevas generaciones palestinas llegaron alto y lejos.
Para sintetizar los principales hechos ocurridos este año, me basaré en la reseña elaborada por Yumna Patel, la joven corresponsal del portal Mondoweiss en Palestina, que empieza así: «2021 fue un año decisivo para el pueblo palestino. Su lucha por la liberación registró niveles de solidaridad mundial sin precedentes. Desde Jerusalén hasta Cisjordania, Gaza y las comunidades palestinas dentro de Israel, la población se alzó unida desafiando la ocupación israelí y exigiendo un futuro mejor. (…) Desde las calles hasta la esfera digital, el pueblo palestino fue reprimido y censurado en todo momento. Y aun así, su voz se escuchó en todo el mundo como nunca antes.»
Es apartheid… hasta en la vacunación contra el Covid
El primer trimestre del año se destacó por la publicación de los informes de B’Tselem (enero) y HRW (abril) sobre el apartheid israelí. El primero afirma de manera contundente que: «En toda la zona entre el mar Mediterráneo y el río Jordán, el régimen israelí implementa leyes, prácticas y violencia estatal diseñadas para afianzar la supremacía de un grupo: el judío, sobre otro: el palestino.» HRW a su vez afirma que Israel «privilegia sistemáticamente a la ciudadanía judía israelí sobre la palestina a través de políticas discriminatorias», lo que equivale al crimen de apartheid definido en el Derecho Internacional. Más aún: HRW afirma que esa ingeniería para garantizar la supremacía judía está en el origen del Estado judío.
A pesar del silencio cómplice de los medios internacionales sobre estos dos informes, la sociedad palestina y sus aliadas en el mundo celebraron este avance, y el movimiento BDS lanzó una campaña para exigir a la ONU que investigue el apartheid israelí, como investigó –y sancionó– al sudafricano.
Israel fue el primer país del mundo en vacunar a su población contra el Covid-19, y rápidamente se convirtió en referencia para gobiernos, científicos y opinión pública. Sin embargo, los medios que lo destacaron se cuidaron bien de omitir las críticas que desde Palestina denunciaban la discriminación institucionalizada con que se implementó la vacunación: dentro de Israel, sin informar adecuadamente y en árabe a las comunidades palestinas, en Cisjordania, vacunando solo a los más de 400.000 colonos ilegales que viven allí, pero negando las vacunas a la población palestina (en clara violación de sus obligaciones internacionales como potencia ocupante hacia la población ocupada); y en Gaza, negando el envío de vacunas y obstaculizando los permisos de entrada de las mismas.
#SaveSheikhJarrah
En 2021 el pequeño barrio de Sheikh Jarrah, en Jerusalén Este, llegó a las televisoras de millones de hogares en todo el mundo, y algunos de sus habitantes –como la pareja de gemelos Muna y Mohammed Al-Kurd (23), con millones de seguidores en las redes, a quienes la revista Time incluyó entre las 100 personas más influyentes del año− fueron escuchados y vistos en las principales cadenas informativas de EE.UU. e incluso Europa. Tras décadas de defender sus hogares para evitar ser expulsadas (algunas ya lo fueron en 2009 y 2015), las familias lograron atraer la atención y la solidaridad de todo el país y del mundo; su barrio se convirtió en un símbolo de la lucha de toda la población palestina de Jerusalén, y generó una campaña masiva de solidaridad que se hizo tendencia global con el hashtag #SaveSheikhJarrah.
A pesar de los arrestos, la represión brutal de la policía israelí (incluso hacia legisladores y periodistas de cadenas internacionales), y las provocaciones, incursiones y ataques constantes de los colonos extremistas que viven en casas palestinas robadas, la movilización no cesó; periodistas, personalidades, políticos locales y diplomáticos de varios países también se hicieron presentes para expresar su apoyo a las familias amenazadas de inminente expulsión. Las protestas diarias en Sheikh Jarrah acabarían por extenderse al resto de Jerusalén y a toda Palestina, llegando a desencadenar los mayores levantamientos colectivos que la población palestina ha vivido en años. Las familias acabaron por rechazar una propuesta ‘conciliadora’ de la Corte Suprema israelí de convertirse en inquilinas de los colonos en sus propias casas, por lo cual la amenaza de expulsión sigue vigente.
La intifada de la unidad
En mayo, cuando se acercaba el fin del mes del Ramadán, la represión israelí aumentó en Sheikh Jarrah y en la Ciudad Vieja de Jerusalén, lo cual redobló las protestas palestinas. El 10 de mayo las fuerzas israelíes invadieron el recinto de Al-Aqsa (lugar sagrado para el Islam) y atacaron a miles de fieles que rezaban dentro de la mezquita. Cientos de palestinos resultaron heridos con balas de goma y gases lacrimógenos. Las autoridades de Hamás en Gaza dieron plazo a Israel para retirarse de Al-Aqsa y Sheikh Jarrah antes de las 18:00 horas; pero el ultimatum fue ignorado, y Hamás comenzó a lanzar cohetes desde Gaza. En respuesta, Israel inició su devastadora cuarta ofensiva sobre Gaza, que duraría 11 días y mataría a cientos de personas.
La violencia en Jerusalén y Gaza, y las turbas fascistas que atacaron las comunidades palestinas dentro de Israel, provocaron protestas masivas en toda Palestina y en todo el mundo. Superando la fragmentación territorial y demográfica impuesta por la ocupación colonial, la población palestina de Cisjordania, Jerusalén y el interior de Israel participó en protestas y boicots en lo que se llamó la “intifada de la unidad”, que tuvo su pico en la huelga general del 18 de mayo en toda la Palestina histórica, con un nivel de acatamiento masivo que no se veía desde 1936.
Otra ofensiva devastadora sobre Gaza
El ataque masivo de mayo sobre la bloqueada Franja de Gaza fue el cuarto desde 2008. En esos 11 días, murieron al menos 259 personas, incluyendo 66 niñas y niños. Como en 2014, familias enteras fueron eliminadas del registro de población. Y como entonces, los bombardeos israelíes tuvieron como objetivo barrios residenciales, oficinas de medios de comunicación e infraestructuras críticas de Gaza que todavía no se habían recuperado de las tres ofensivas anteriores.
Tras el alto el fuego, el Ministerio de Obras Públicas y Vivienda de Gaza estimó que al menos 258 edificios fueron destruidos, incluyendo 1.042 viviendas y comercios; además, 769 unidades resultaron gravemente dañadas y quedaron inhabitables, y otras 14.536 sufrieron daños menores.
Fuente: Palestina en el corazón