Las denominadas revoluciones de color o golpes suaves constituyen unas de las estrategias de intervención silenciosa empleadas por EEUU, con el propósito de derrocar Gobiernos contrarios a su visión hegemónica desde el punto de vista económico, político, social y militar. En América Latina destacan los casos de Venezuela, Nicaragua y Cuba.
Uno de los casos más recientes es la suspensión de cientos de cuentas a periodistas y activistas a favor del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en las redes sociales Facebook, Instagram y Twitter, a menos de una semana de las elecciones generales, como evidencia del ataque político continuado de Estados Unidos.
La campaña de censura barrió también de las plataformas digitales a medios de comunicación defensores de una agenda mediática de izquierda y esta, a todas luces, representa otra de las acciones asumidas por los presidentes estadounidenses Donald Trump (2017-2021) y Joe Biden, primer mandatario de EEUU desde enero de 2021.
Facebook e Instagram cancelaron 1.300 cuentas con sede en Nicaragua y ante la réplica de los activistas en Twitter la plataforma le aplicó un golpe doble a la libertad de expresión, según el analista político Jorge Capelán, tras el cierre de perfiles con miles de seguidores y pertenecientes a grandes e influyentes medios dentro de este país con 6, 5 millones de habitantes.
Para Capelán, comunicador y docente uruguayo radicado en Managua, Washington empleó todos los métodos de desestabilización en la nación centroamericana, pues desde el mismo triunfo de la Revolución Sandinista en 1979 y durante todos los años 80, aplicó la mal llamada "guerra de baja intensidad", apoyando a los Contras, una fuerza paramilitar contrarrevolucionaria.
"Durante 10 años, los muertos como consecuencia de ese enfrentamiento se calculan entre 30.000 y 50.000, en un país con alrededor de tres millones de habitantes en esa época. Los denominados Contras torturaban, quemaban cooperativas, atacaban puestos de salud y volaban puentes, pero nunca pudieron establecer una cabeza de playa dentro del territorio nacional", argumentó.
A fines de esa década, los contras tuvieron que sentarse a dialogar con el Gobierno encabezado por Daniel Ortega y aceptar elecciones dentro del marco constitucional pese a que, para esos comicios de 1990, Estados Unidos destinó cantidades ingentes de dinero en apoyo a la oposición al FSLN y triunfó la candidata Violeta Barrios de Chamorro (1990-1997).
Además del aporte económico, el país norteño ejerció presión sobre la ciudadanía, pues, con el propósito de lograr un voto desfavorable contra el FSLN, prometió el final del conflicto bélico y esa decisión supuso el comienzo de "la larga noche neoliberal", traducida en 16 años de saqueo y privatizaciones.
"Leí los documentos de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid) de la década de 1990 y en ellos aparecía como uno de los propósitos la destrucción del FSLN por su capacidad de movilización y su ideología de izquierda. Impidieron la victoria electoral en 1996 mediante el fraude y el lanzamiento de algunas urnas al cauce de los ríos", advirtió a Sputnik.
Por esa época, de acuerdo con el experto, Washington apoyó a disidencias provenientes, en gran medida, de los sectores conservadores opuestos a la dictadura somocista, que, si bien militaban dentro del sandinismo, defendían una tendencia social-demócrata y "proyanqui". De ahí surgió el Movimiento Renovador Sandinista (MRS) hoy Unión Democrática Renovadora.
Luego del fracaso del modelo neoliberal, la división de los partidos de derecha y numerosas protestas sociales contra el alza en el precio de los ómnibus, el presupuesto para las universidades, los intentos de privatizar el agua y los frecuentes apagones eléctricos, el FSLN lograr regresar al poder en los comicios de 2006.
Cambios en los métodos de desestabilización
Los embajadores norteamericanos en Nicaragua asumieron siempre una postura agresiva desde la llegada a la presidencia de Ortega, reconoció Capelán, entre ellos Paul Trivelli (2005-2008) y su sucesor Robert Callahan (2008-2011). Incluso, durante el proceso electoral de 2006 trajeron al comentarista, historiador y militar estadounidense Oliver Laurence North.
North resultó tristemente célebre en el país por el denominado caso Irán-Contras, una operación secreta implementada durante el gobierno del presidente estadounidense Ronald Reagan (1980-1988) mediante la cual se suministraban fondos a los grupos paramilitares contrarios al Gobierno de Ortega, gracias a los ingresos derivados de las ventas de armas a Irán.
"El objetivo de su visita fue advertirles a los nicaragüenses sobre un posible regreso de la guerra de los años 80 si el voto resultaba propicio para el FSLN. Sin embargo, cada uno de estos diplomáticos se fue desgastando hasta que bajo la presidencia de Barack Obama [2009-2017] arriba al país en septiembre de 2015 la funcionaria Laura F. Dogu", recalcó.
Contrario a sus predecesores y desde su llegada al país, la embajadora declaró su disposición de trabajar con el pueblo y el Gobierno de Nicaragua para fortalecer la relación mutua sobre la base del respeto, si bien a juicio de Capelán ya estaba "por debajo del tapete" en la preparación del intento de golpe de Estado de 2018 con una "estrategia envolvente".
Durante algunos años la alianza entre las clases dominantes y el FSLN dio muy buenos resultados, pero todo el tiempo de manera solapada o directa Estados Unidos intentó "calentar la calle", sostiene el analista. Mientras Dogu estuvo de embajadora en Managua infiltraron instituciones y formaron jóvenes de universidades privadas en cursos vinculados, por ejemplo, al desarrollo comunitario, agrega.
"En esos programas de estudios les enseñaban cómo subvertir al país mediante las redes sociales, la creación de medios de comunicación, el manejo de numerosas plataformas digitales y bajo la fachada del trabajo con adictos, víctimas de violencia de género o la salvaguarda de aves en peligro de extinción, mantenían cuentas bancarias que serían activadas llegado el momento", indicó.
Según Capelán, impulsaron un estado de opinión desfavorable a instituciones como la Policía Nacional o la Juventud Sandinista, sin respaldo o pruebas de ningún tipo y luego vino toda la campaña relacionada con los incendios en la Reserva Indio Maíz, la segunda más relevante de Nicaragua, desde el día 3 de abril de 2018.
"Fue entonces cuando emprendieron una cruzada mediática sobre una supuesta inoperancia del Gobierno en esa región, sacaron versiones del hecho totalmente desproporcionadas y después descubrieron, incluso, que el incendio había sido provocado. A ese tema siguió la oposición a la reforma al sistema de seguridad social, con un discurso agitador y tendencioso", consideró.
Los trágicos eventos de 2018
El 16 de abril de 2018 Ortega anunció medidas destinadas al aumento del aporte de los trabajadores y empleadores a la seguridad social y la creación de un tributo especial a las pensiones del 5%; al día siguiente la cuenta de Twitter @SOSINSS, anunciaba el presunto asesinato de un joven que ayudaba a su madre en la economía familiar.
A partir de ese momento, aumentaron las convocatorias a plantones en distintas ciudades nicaragüenses contra las reformas y, según el académico, los atacantes a espacios como el Centro Universitario de León, donde falleció un miembro de la Juventud Sandinista, "estaban hábilmente manipulados para actos de violencia y odio".
El presidente sandinista determinó entonces posponer la reforma del Instituto Nicaragüense de Seguridad Social, uno de los detonantes de las protestas y a la semana siguiente la sociedad comenzó con una serie de manifestaciones a favor del Gobierno del FSLN, con alrededor de 40.000 personas solo en Managua.
"Los golpistas con el propósito de desatar una guerra civil añadieron a su lista de pretextos la solicitud de elecciones anticipadas. Ya después demandaron la retirada del primer mandatario y su familia. Los periodistas de la oposición llamaron a cazar sapos, denominación que recibimos los sandinistas", señaló el especialista.
Los árboles de la vida, unas estructuras metálicas colocadas en varios puntos de la capital nicaragüense, devinieron para los grupos violentos en símbolos del Frente y en algunos casos con fines propagandísticos derribaron, filmaron y se tomaron fotos con esas figuras gigantes derrumbadas.
Los "tranquistas" —impulsores de los bloqueos a pueblos y ciudades—, reconoció Capelán, no lograron ahogar económicamente al país y unas semanas después la Policía Nacional intervino en el levantamiento de las barricadas. Poco a poco, los sandinistas retomaron el control de las calles.
Fuente: Sputnik