La crítica situación en Medio Oriente no hace más que agravarse y al parecer todo sigue jugando a favor del enclave sionista que, con los constantes enfrentamientos entre los países árabes, sigue sacando ventajas y tiempo para la realización de su plan maestro, el exterminio del pueblo palestino, y continuar hacia la concreción del “Gran Israel”, para lo que tendría que seguir avanzando hacia todas las tierras existentes entre el Nilo y el Éufrates, territorios que hoy están bajo el control soberano de Siria, Líbano, Irak, Arabia Saudí, Egipto y Jordania, lo que no es una utopía mayor que aquel el sueño de la creación de un “hogar judío” en 1917.
Prueba de esa constante división en el mundo árabe es la crisis diplomática en curso que ha estallado por las declaraciones del, por ahora ministro de Información libanés George Kordahi, empresario y periodista cristiano, en las que calificó la guerra que desde 2015 Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos (EAU) han desatado sobre Yemen de “absurda” y ha opinado que “debe detenerse como todas las guerras árabes”.
Riad, el principal precursor de la división no solo en el mundo árabe, sino también del mundo islámico, siempre al servicio de Washington y obviamente de Tel-Aviv, ha dispuesto el pasado viernes 29 que el embajador del Líbano, Fawzi Kabbara, abandonase el reino antes de las cuarenta y ocho horas, en represalia por las reflotadas declaraciones de Kordahi que se habían conocido tres meses atrás, además de disponer del cierre de sus fronteras, importaciones procedentes de Líbano, con la justificación del tráfico de anfetaminas desde los puertos, que estarían bajo el control del legendario Hezbollah (Partido de Dios), además de prohibir a sus súbitos viajar a ese país. Bahréin de inmediato ha tomado medidas similares y se ha conocido posteriormente que Kuwait y los EAU también decidieron expulsar a sus respectivos embajadores del Líbano y retirar a los suyos de Beirut.
Cómo era esperable el poderoso Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), regido de hecho por Arabia Saudita, se alineó a lo ordenado por el reino “lamentando” la falta de críticas a las acciones del frente Ansarullah (hutíes) que ha pasado a conseguir el control de la mayoría del territorio. Mientras que la Liga Árabe ha expresado su preocupación por el deterioro de las relaciones entre Líbano y Arabia Saudí.
El choque diplomático dejará expuesto al Gobierno de Beirut a una profundización de su crisis económica que encontraba, hasta ahora, en Riad y junto al resto de las naciones del golfo, la esperanza de sostenimiento financiero, como ha sucedido tantas veces en la siempre compleja relación.
Kordahi, que no se ha retractado de sus declaraciones, las había vertido en el canal catarí al-Jazeera en agosto, cuando todavía no había sido nombrado en el cargo y justificando las acciones de los hutíes, la resistencia yemení: “ya que ellos, se limitan a protegerse de una agresión externa en la que sus casas, sus pueblos, sus bodas y sus funerales son bombardeados de manera constante”. El hecho de que dicha entrevista volviera a ser transmitida hace unos días no se puede tomar como casual y tiene sin duda la intencionalidad de agudizar la crisis política y económica que atraviesa Líbano y no solo conseguir echar al ministro, sino remover al primer ministro Nayib Makati, nombrado recién el pasado 10 de septiembre por el presidente Michel Aoun, que se encuentra intentando administrar la megacrisis económica que el Banco Mundial considera una de las peores de la historia moderna. La moneda, en solo dos años, ha perdido el noventa por ciento de su valor, el PBI alcanzará la pérdida del treinta por ciento sólo entre 2020 y 2021, con inflación de tres dígitos, lo que se traduce como que para este año se espera un incremento de la pobreza del 45 por ciento y de la pobreza extrema un 22. Por lo que 1.700.000 personas, de los casi seis millones de habitantes que tiene el país, se encuentran por debajo del umbral de la pobreza y casi 850.000 en la pobreza alimentaria. A lo que se le deben sumar la pandemia y la explosión en el puerto de Beirut en agosto del año pasado, que dejó 215 muertos y devastó manzanas enteras de la capital. Lo que generó un sinfín de especulaciones, además de revivir en todos los libaneses la memoria de sus largos años de guerra civil (1975-1990) que dejó más de 150.000 muertos y heridas que de ninguna manera han cerrado. Recientemente se conoció que el presidente Aoun habría aceptado la oferta rusa de imágenes satelitales sobre los sucesos del puerto con el fin de esclarecerlos. Lo que políticamente podría provocar una onda expansiva mucho más intensa que la de la propia explosión, alcanzando a muchos países de la región y más allá.
Hay que recordar que ya en 2017, en medio de una espectacular razzia interna lanzada por el príncipe heredero al trono saudita Mohamed bin Sultan (MbS) contra sus posibles rivales en la sucesión, en una aparente cruzada anticorrupción, fue detenido el entonces primer ministro libanés Saad Hariri, en visita oficial al reino, con la excusa de tener ciudadanía saudita, por lo que tuvo que intervenir el presidente francés, Emmanuel Macron, lo que permitió su vuelta a Beirut. Y en mayo último el entonces ministro de Exteriores libanés Charbel Wehbe debió renunciar después de haber vinculado el crecimiento del Dáesh con las monarquías del Golfo.
La verdad de la mentira
Las nuevas disposiciones del reino wahabita están dirigidas a que el Gobierno del Líbano estalle y así conseguir recortar el poder de Hezbollah. Origen de la verdadera “molestia” más que por las declaraciones del ministro Kordahi, que no han sido más que un enmascaramiento de la verdadera raíz del problema que el reino, junto a todos sus socios, tiene en el Líbano, que es el papel preponderante en el espectro político y social de la organización político-militar Hezbollah, presente no solo en el Gobierno, sino también y mucho en todos los estratos de la sociedad libanesa y particularmente en los sectores más pobres.
Dicha organización no solo ha sido históricamente la “bestia negra” para el ejército sionista, al que ha derrotado en dos oportunidades, sino que ha ayudado a exterminar a miles de terroristas en Siria, dando vuelta al destino de esa guerra casi perdida junto al Ejercito Árabe Sirio (EAS), leal al presidente Bashar al-Assad, Rusia e Irán.
Algo similar ha sucedido en la invasión terrorista a Yemen, donde la colaboración de Hezbollah se ha convertido en fundamental para que a casi siete años de una guerra abismalmente asimétrica, el movimiento Houthi no solo haya conseguido resistir, sino pasar a la ofensiva llegando a golpear en las entrañas del régimen, como los ataques al corazón de la industria petrolera saudita en 2019, que se repitieron en marzo de este año, sumando la cantidad de objetivos acertados en cercanías de Riad y produciendo ataques a otras ciudades como Dammam, Asir y Jazan.
Lo que ha obligado a Riad de manera no secreta, pero sí muy discreta, a entablar conversaciones con Teherán sobre la infinidad de cuestiones críticas entre estas dos potencias regionales en que el líder del Hezbollah, el jeque Nasralah, sigue siendo uno de los grandes escollos.
Por lo que la guerra que en marzo del 2015 su mayor impulsor el príncipe heredero Mohamed, consideraba poco más que una excursión de caza, se ha convertido en un pantano donde no solo puede perder la corona, sino que las aceleradas tensiones internas del reino lo hagan estallar, lo que todavía no ha sucedido solo por tres motivos, la contención norteamericana, la callada represión interna, de la que el asesinato de Jamal Khashoggi en 2018 no fue más que un hecho que no pudo ser silenciado, y la catarata de dinares que está volcando en el pueblo para mantenerlo distraído. Por lo que es clave para Riad, Tel-Aviv y Washington aislar al movimiento chiita libanes del actual Gobierno del presidente Aoun.
Arabia Saudita y sus socios regionales, junto a los Estados Unidos, siguen sangrando de manera profusa por la herida que ellos mismos se infligieron en la guerra contra Yemen, que el próximo marzo cumplirá siete años.
En Marib, en el norte de Yemen, la única provincia todavía en manos del “gobierno” prosaudita, con la que todavía cuentan, se libra una batalla estancada desde hace meses donde sin duda de caer en manos de los Houthies, la guerra tomara su destino definitivo y quizás el reino saudita también.