Este domingo 31 de octubre, se llevará a cabo la COP 26 (Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Clima), organizada por el Reino Unido en colaboración con Italia, donde se espera que se establezcan acuerdos para frenar el calentamiento global.
Previo a este encuentro multilateral, el presidente colombiano Iván Duque viajó recientemente a Brasil para reunirse con su homólogo brasileño Jair Bolsonaro y cumplir una agenda que incluyó temas políticos y económicos.
De acuerdo al medio brasileño Brasilwire, uno de los puntos comunes de la agenda fue «la creciente relación comercial y la defensa de la iniciativa privada, además de la preservación de la Amazonía».
De estos elementos señalados vale preguntarse qué tan importante ha sido la preservación del medio ambiente para estos mandatarios y qué papel juega Estados Unidos como aliado estratégico en la toma de decisiones.
Si hay algo que han tenido en común estos dos países fronterizos con Venezuela, además de subordinarse a la lógica destructiva que está acabando con el Amazonas, es que ambos se han alineado con Estados Unidos en su política imperial que busca socavar la estabilidad de la República Bolivariana y promover un cambio de régimen.
El año pasado, los gobiernos de Duque y Bolsonaro desplegaron ejercicios militares en las zonas fronterizas con Venezuela, maniobras que se llevaron a cabo justamente después de giras de funcionarios estadounidense por esos países. Más que la asociación entre componentes que buscan alianzas en materia de cooperación, la subordinación militar al ejército estadounidense se ha profundizado a través de la presencia del Comando Sur en el subcontinente.
De acuerdo al medio brasileño, también se ha buscado la manera de establecer relaciones forzadas entre elementos de la lucha armada en Colombia, así como el narcotráfico, y el Partido de los Trabajadores (PT) del ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva como una manera de justificar alianzas para luchar contra un enemigo común.
Cabe resaltar que también hay similitudes entre ambos gobiernos en cuanto creación de organismos que funcionan como brazos ejecutores de políticas de exterminio. Por una parte, en Colombia los paramilitares siguen asesinando a líderes sociales, campesinos y exguerrilleros desmovilizados de las FARC y, por otra, en Brasil Bolsonaro soslaya las actividades de las milicias en Río, y los escuadrones de la muerte en las favelas, asimismo, el asesinato sistemático de líderes indígenas.
Algo que también los une es el hecho de responsabilizar a Venezuela de cualquier hecho negativo que suceda en sus territorios. El tema de la migración venezolana y la seguridad fronteriza han sido los más recurrentes, obviando talones de Aquiles como el control de la pandemia, seguridad, derechos humanos, entre otros.
Si algo deja claro la reunión entre Jair Bolsonaro e Iván Duque, previo a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Clima, en Glasgow, Escocia, es que el tema ambiental no es algo que esté en primer plano.
Aunque ambos dijeron que llegarán juntos a la conferencia en defensa de la selva, todo parece indicar que ninguno tiene un interés real por salvar la selva amazónica.
Bolsonaro defendió la soberanía de la querida, «rica y deseada Amazonía», mientras que Duque, que también defendió la soberanía de la selva, se refirió a la preservación en su discurso.
«Amazonía es, para nosotros, un territorio muy valioso y lo cuidamos dentro de nuestra soberanía. También es muy importante que esta defensa lleve consigo una lucha efectiva contra los delitos ambientales», dijo el presidente de Colombia, reseñado por Brasilwire.
Asimismo, en el encuentro Duque coincidió, en la misma línea de Bolsonaro, en llevar un mensaje unificado sobre la protección de los bosques y defendió la necesidad de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Pero en la práctica esto está muy lejos de la realidad.
En Brasil queda demostrado que el medio ambiente no es una prioridad para el Ejecutivo. Las multitudinarias manifestaciones de los movimientos indígenas y organizaciones protectoras medioambientales indican que medidas impulsadas por el presidente ponen en riesgo el hábitat de numerosas comunidades indígenas y favorecen a las grandes empresas que se dedican a la tala y ganadería.
Y es que desde el primer año de gestión hubo señales de que Bolsonaro no le importaba realmente la preservación agrobiológica y cultural en esa inmensa zona. Los grandes incendios registrados a mediados de 2019, que se extendieron por varios países amazónicos y puso en alerta a la comunidad internacional, fueron una señal de cómo sería la política ambiental del presidente brasileño, pero también de cómo opera la lógica extractiva neoliberal de la derecha en general.
Una vez que el incendio adquirió dimensiones catastróficas, Bolsonaro fue señalado como uno de los grandes responsables del desastre. Al igual que sucedió con la pandemia, al principio desestimó la gravedad del evento. Incluso declaró que fueron las altas temperaturas y el periodo seco los responsables de los incendios forestales, al tiempo que responsabilizó a las ONG de causarlos.
Se le acusó no solo de dejar que avanzara el incendio, sino que ocultó estadísticas que demostraban el aumento de la deforestación luego del ascenso de la ultraderecha al país. También paralizó fondos para la defensa de la selva otorgados por países europeos.
La asociación de Bolsonaro es inocultable debido a que su candidatura fue apoyada por el Frente Parlamentario de Agropecuarios, un grupo de diputados y senadores brasileños que son respaldados por empresas agroindustriales.
Que luego del desastre aceptara ayuda internacional y mostrara «preocupación» no borró las conexiones con los desastres ambientales en el Amazonas, sobre todo por las políticas que ha adoptado durante su administración.
Los gobiernos progresistas de Lula da Silva y Dilma Rousseff solo representaron una pausa al crimen ambiental promovido por los gobiernos de derecha que los antecedieron, y que avanzaba a pasos agigantados.
Durante el gobierno de Lula Da Silva se promovieron políticas institucionales como la del programa Terra Legal, el cual regulaba el uso de las tierras en beneficio de pequeños productores. Por lo que que se registró un 45% menos de deforestación que el año anterior. El golpe contra Dilma hizo que retrocedieran las políticas ambientales al tiempo volvían los lobbys del agronegocio.
«En 2020, los datos oficiales de deforestación fueron los peores de los últimos 12 años. El gobierno de Bolsonaro ha enfrentado críticas sobre su política ambiental desde el inicio de su administración en 2019». refiere el medio brasileño.
Las alianzas de los países suramericanos con Estados Unidos están más orientados a los negocios y a las relaciones geopolíticas que a la salvación del medio ambiente.
«En septiembre de 2019, el ministro de Relaciones Exteriores de Brasil, Ernesto Araújo, se reunió con el entonces secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, en Washington D.C. y ambos anunciaron un nuevo acuerdo bilateral entre Estados Unidos y Brasil para abrir la selva amazónica al desarrollo del sector privado», señala Brasilwire.
El gobierno de Bolsonaro ya acumula tres acusaciones en su contra en la Corte Penal Internacional (CPI) por la destrucción de la selva. En ese sentido, la situación medioambiental en Colombia no es muy diferente. De acuerdo al medio brasileño, Colombia fue nombrado el país más peligroso para los ecologistas por segundo año consecutivo: 227 fueron asesinados en el país el año pasado.
Sin embargo, la deforestación en Colombia es mucho menor. En todo caso el peligro es para los defensores del medio ambiente, quienes son víctimas del paramilitarismo. Según datos oficiales -señala Brasilwire– en 2020 se produjo un aumento del 8% de la deforestación en la Amazonía colombiana, en comparación con el año anterior.
Recientemente, la Casa Blanca dio a conocer los detalles «de la nueva y holística estrategia antinarcóticos entre Estados Unidos y Colombia», que consistió en ampliar el enfoque para incluir acciones específicas sobre seguridad y desarrollo rural, la protección del medio ambiente.
«Como parte de la nueva estrategia, Estados Unidos apoyará los esfuerzos del gobierno colombiano para vigilar y contrarrestar los delitos ambientales que sostienen y alimentan a los grupos de narcotraficantes y que tienen un impacto profundamente negativo en el medio ambiente de Colombia y la región amazónica», reza el comunicado de prensa.
Según lo expuesto en la nota de prensa, los esfuerzos estarán concentrados en detener la producción de droga en zonas rurales e incluye la protección de los líderes comunitarios que promueven los esfuerzos del Estado de Derecho. Hasta el momento no parece haber un resultado favorable para quienes son asesinados diariamente en Colombia, mucho menos para el auge en la producción de sustancias ilícitas, cuyo mayor mercado sigue siendo… Estados Unidos.
Ambos mandatarios coinciden en la postura hostil hacia los pueblos indígenas. Las acciones del Estado colombiano son insuficientes para frenar la matanza de activistas en general, situación que, incluso, ha sido reconocida por las Naciones Unidas.
Que Duque y Bolsonaro hayan perdido popularidad en sus respectivos países, llegando a la posibilidad de que no sean reelegidos el próximo año, es otro paralelismo entre ambos mandatarios, quienes parecieron concentrar más esfuerzos en mantener una actitud servil a los intereses de Estados Unidos antes que sostener un liderazgo genuino en sus países.
Misión Verdad.