Después de años en los que Afganistán ha permanecido fuera del espacio mediático, el país ha vuelto a abrir portadas, esta vez llenas de lamentos. Lamentos de hipócritas, eso sí.
Los mismos charlatanes que no sabrían situar Afganistán en un mapa –algunos todavía se piensan que los afganos son árabes o que el pashtún es como el árabe–, están consternados por la victoria talibán. Están horrorizados por algo lógico: el retroceso en derechos básicos, la situación de vulnerabilidad de las mujeres bajo los integristas… horrorizados por –en esencia– la victoria un grupo terrorista que quiere devolver Afganistán a la oscuridad de una era primitiva. Y era primitiva, ni siquiera edad media, porque la edad media afgana bajo la dinastía Timúrida fue una época de esplendor, donde Herat era centro de las artes más refinadas, la poesía o la arquitectura, que nada tuvo que ver con el aberrante sistema que quieren implantar el Mulá Abdul Ghani Baradar, Mohammad Hassan Akhund, Abdul Salam Hanafi, Mohammad Yaqoob, Sirajuddin Haqqani y toda la ralea de terroristas convertidos por conquista en líderes de un Estado.
Pero volviendo al principio, estos charlatanes, estos todólogos, no son unos hipócritas porque se monten circos y lloren por algo que objetivamente les da igual; son unos hipócritas porque lo mismo que critican sobre Afganistán, lo jalean para Siria. Porque los que ahora dan la turra con los Talibán, se han pasado una década haciendo apología de sus filiales y derivados en Siria. Porque todos, absolutamente todos los grupos rebeldes han celebrado con dulces, festejos, movilizaciones y hasta versos sobre heroísmo el establecimiento del Emirato Islámico de Afganistán. Porque estos mismos rebeldes, no solo los grupos afiliados a al-Qaeda en algún momento, reconocen abiertamente que los talibán son un importante referente suyo tanto en lo ideológico como en lo práctico.
Pero lo realmente sucio de todo esto, es que en este desfile de hipócritas no solo hay charlatanes de dudosa credibilidad, reputación y relevancia. Junto a las figuras mediáticas, también hay dirigentes. Y todo lo que tenga que decir tal o cual politicucho de la Unión Europa o Estados Unidos sobre la deriva reaccionaria de Afganistán (como si ahora resultase que el anterior gobierno de Ghani no tuvo carencias democráticas, relaciones con narcos o corrupción; pero ese es otro tema) no vale absolutamente nada cuando han estado una década financiando a los mismos criminales contra el gobierno sirio. Porque no vale absolutamente nada lo que se lamenten por los sucesos de Afganistán, mientras mantienen la guerra económica y política contra Siria para derrocar al gobierno que ha sido capaz de impedir que Damasco hoy sea un paraíso terrorista.
El mismo Abu Mohammad al-Golani, líder de Hayat Tahrir al-Sham, el grupo más fuerte de la oposición armada en Siria, ha comentado que su estrategia es la de los talibán. Quiere que "Siria sea como Afganistán". Y como él hablan los miembros de todos y cada uno de los grupos extremistas que hay en Idlib. Todos y cada uno, incluyendo a la facción oficial de al-Qaeda actualmente, Hurras ad-Din, que se une a la matriz internacional en su felicitación a los Talibán por conquistar Kabul. Tal es así que muchos voluntarios terroristas del Cáucaso y Asia Central (Partido Islámico de Turkistán, Junud al-Sham, Katibat Tawhid wa al-Yihad o Imam Bujari Jamaat) se están planteando viajar a tierras afganas para operar desde allí con más seguridad y sin las constantes disputas de poder intra-rebeldes que desangran continuamente a los militantes de Idlib y Alepo.
Vistas las reacciones de Washington, Bruselas y la prensa de masas occidental ante la victoria talibán, cabría esperar que en un escenario como el de Siria –del mismo modo que se ha hecho con los distintos gobiernos afganos a lo largo de los años para contener a los talibán–, el gobierno sirio contase con el respaldo crítico de las potencias para contener el terrorismo. Cabría esperar eso, pero recordemos que hablamos de hipócritas, de embusteros, de nada más que fariseos, así que más bien sucede todo lo contrario.
Desde 2011 la maquinaria mediática solo ha hablado de Siria para demonizar a su gobierno, deshumanizar a la población que se mantuvo leal y justificar el apoyo a los rebeldes en todos los frentes: diplomático, económico y militar. Desde 2011 la UE y EE.UU. han impuesto algunas de las sanciones más duras del mundo contra Siria, han financiado, asesorado y armado a la oposición armada y se han encargado de soltar unas cuantas bombas. EE.UU., de hecho, actualmente ocupa territorio sirio y expolia recursos como el crudo, causando una terrible crisis energética en todo el país. Y sin embargo, los mismos que se horrorizan por el burka, por la pérdida de derechos de las mujeres o por los castigos brutales en Afganistán, jalean lo mismo para Siria. Porque el gobierno sirio es un gobierno de carácter secular, donde se garantiza la libertad de culto y se permiten tribunales religiosos para cuestiones personales, pero donde no hay cabida para programas integristas ni tradiciones tan bárbaras y criminales como los asesinatos de honor. Sin embargo los liberales, demócratas y humanistas de Occidente, al que defienden es al otro bando. Al de imponer su doctrina exterminando a las minorías, ya sean cristianos, chiíes o simplemente alguien suficientemente normal como para no comulgar con las ideas de al-Qaeda, los talibán y cía. Al de la sharía más estricta, al de los códigos de vestimenta, al los castigos más bárbaros, tales como la amputación para ladrones, la ejecución para adúlteras o apóstatas…
Seamos claros: la mayoría de la gente que condena la victoria talibán y lamenta lo oscuro que se ve el futuro próximo de Afganistán, solo lo hace por 'clicks', interacciones y dinero. La clase política a lo sumo para limpiar su imagen, y es que el 11S son fechas sensibles y tienen que tapar de alguna manera su fracaso en Afganistán, pero también todo el fracaso de la guerra contra el terror en general. Porque ensucia bastante reconocer que en Irak, en Somalia, en Mali, en Mozambique o en Yemen hoy los terroristas islamistas son una amenaza mucho mayor que en 2001. Como también ensucia bastante reconocer que esos mismo terroristas son el activo de la OTAN contra el gobierno sirio y aliados. Son la misma gente que si en Siria llega a haber caído el gobierno, de la noche a la mañana habrían llenado Twitter, Instagram y cada uno sus medios con lloros y la sorpresa de no saber "cómo los terroristas llegaron al poder". Si es que al final, es lo de siempre.
Fuente: RT