Por Wilkie Delgado Correa para Rebelión.
«La guerra es nefasta porque hace más hombres malos que los que mata». Inmanuel Kant
“Nada hay nuevo bajo el sol. Todo ha sido ya hecho antes”. Sherlock Holmes en Estudio en Escarlata de Conan Doyle.
“Cuba, … proclama que está contra el terrorismo y está contra la guerra”. Fidel Castro
Una guerra librada durante 20 años por los Estados Unidos y los países de la OTAN en Afganistán no es cualquier cosa, máxime si después de desarrollada bajo el principio de “tierra arrasada” contra las fuerzas de los talibanes inicialmente en el poder, estas mismas sorprendieron, burlonamente, a los gobiernos afgano, estadounidense y demás miembros de la coalición con la toma de Kabul prácticamente sin disparar un tiro. Fue así que se produjo la evacuación apresurada o fuga desesperada para cumplir, en forma incompleta, con la salida de todo el personal elegible de militares y civiles para darle retorno o asilo, según los casos.
Cuatro presidentes tomaron parte en la contienda desde 2001, Bush, Obama, Trump y Biden, y vaya Ud. a saber cuantos miles de soldados estadounidenses y de otros países de la OTAN participaron en los sucesivos relevos durante estos años, cuando se ha estimado, por ejemplo, que en el año de su máximo pico, 2011, las fuerzas norteamericanas ascendían a 110, 000 soldados.
Biden ha tenido el honor o la desgracia de poner fin a la invasión de Afganistán, un proceso iniciado por Trump. Le corresponderá, por tanto, la necropsia de la guerra y, tal vez, y ojalá, también la propia de los sucesos del 11 de septiembre del 2001, si se rebelaran al fin todos los intríngulis de ese episodio oscuro con sus múltiples interpretaciones, reacciones nacionales e internacionales, y sus lamentables consecuencias para la paz internacional.
Como parte de esta autopsia, Biden ha confesado el hallazgo de un elemento importante para la economía estadounidense. Lo dijo y lo repitió para que el pueblo estadounidense lo escuchara y lo recordara: Estados Unidos gastó 300 millones de dólares DIARIOS durante los 20 años de su permanencia en Afganistán. Eso significa aproximadamente 2,26 billones de dólares en ese lapso.
¿Cuánto habrán gastado los países de la OTAN?
Pero no se ha dicho que esa guerra todavía seguirá costando mucho más hasta el año 2050 por el pago de intereses de la deuda y otros gastos asociados al personal desmovilizado y evacuado, que alcanza la suma, según estimaciones, de 6,5 billones de dólares.
Pero la necropsia descubre también hallazgos en órganos más sensibles de la guerra: los recursos humanos. En la guerra se desangran los pueblos, y en esta se estima que murieron 2 500 militares estadounidenses y casi 4 000 contratistas civiles. ¿Cuántos miles representarán los heridos en este largo tiempo?
Se estima en mil muertes las ocurridas en las tropas pertenecientes a la OTAN.
Por supuesto, la parte afgana tuvo el peor saldo: Se estima que los militares gubernamentales afganos muertos fueron 69, 000 y los civiles muertos fueron unos 47 000. Los combatientes muertos de los grupos de oposición, fueron unos 51 000.
La necropsia podría encontrar otros resultados en las entrañas de la guerra. Por ejemplo, cuánto arsenal de guerra se empleó para matar, herir, destruir, para provocar accidentes y daños colaterales, desgracias, sufrimientos, miserias, etc. ¿Cuántos aviones, drones, helicópteros, misiles, tanques, transportes, bombas, granadas, cañones, ametralladoras, fusiles, balas y etc.? ¿Cuántos asesinatos, masacres, suicidios terroristas, torturas y etc.?
Tal vez resulte interesante recordar que el 19 de marzo del 2009 publiqué este artículo titulado Afganistán: Todo ha sido ya hecho antes según Sherlock Holmes
En dicho artículo exponía estas ideas: Puede afirmarse con carácter relativo que “nada hay nuevo bajo el sol. Todo ha sido ya hecho antes”, según manifiesta Sherlock Holmes en el Capítulo 3 El Misterio de los Jardines de Lauriston de la obra Estudio en Escarlata de Arthur Conan Doyle.
Hoy se discute dentro y fuera de los Estados Unidos sobre el empantanamiento de las acciones bélicas en Afganistán y hasta los jefes militares de las tropas ocupantes declaran públicamente que no existe posibilidad de derrotar a la resistencia afgana, y recomiendan alianzas con los jefes de los talibanes, a fin de buscar una vía viable para pacificar este país inmensamente pobre, pero muy díscolo parece para las tropas extranjeras desde hace mucho tiempo.
Ante esta realidad que debe enfrentar el nuevo gobierno de Estados Unidos que posiblemente encabece Barack Obama, en lo que resta del mandato de George W. Bush es esperable su obstinado rumbo guerrerista, con la perpetración de masacres dentro de Afganistán y, ¿por qué no?, en la vecina Pakistán. Todo es lícito para tropas que no se sienten contenidas por ningún principio nacional e internacional. Frente a la impunidad oficial, parece que no existe otra contención que el desgaste producido por las bajas que poco a poco ha ido erosionando las ínfulas militaristas de las tropas ya cansadas y diezmadas. De ahí que parece escucharse el grito eufemístico de “manden tropas, que estamos ganando”, aunque mejor sería decir que «… ya nos estamos preparando para la retirada».
En que fecha se develará el misterio de la tan discutida retirada, sería un buen asunto de pesquisa para Sherlock Holmes, quien ya tuvo el acierto de deducir las secuelas que la guerra en Afganistán había dejado en el doctor Watson en su tiempo. De este modo podremos tener un adelanto de cómo han salido o saldrán muchos de los soldados invasores.
Usando las reglas de la deducción, Holmes descubrió que el doctor Watson había venido de Afganistán. El curso de su razonamiento fue el siguiente:
«He aquí un caballero que responde al típico hombre de Medicina, pero tiene un aire marcial. Es, por consiguiente, un médico militar con toda evidencia. Acaba de llegar de países tropicales, porque su cara es de un fuerte color oscuro, color que no es el natural de su cutis, porque sus muñecas son blancas. Ha pasado por sufrimientos y enfermedad, como lo pregona su cara macilenta. Ha sufrido una herida en el brazo derecho. Lo mantiene rígido y de una manera forzada… ¿En qué país ha podido un médico del ejército inglés pasar por sufrimientos y resultar herido en un brazo? Evidentemente, en Afganistán».
Hoy eso no sería tan fácil para Sherlock Holmes. Tendría que contar con otros elementos para poder deducir si Mister Watson procedía de Afganistán o de Irak. Sin embargo, siempre podría deducir lo que para todos nosotros ya está claro, pues todo ha sido ya hecho antes, que fue herido en una guerra de conquista en tierra extranjera. ¿No es eso evidente, Míster Watson?
En fin, volviendo al asunto del costo de la guerra. ¿Cuánto se podría hacer en tiempos de paz con este enorme dineral que cuestan tales guerras puesto a la disposición de países y causas nobles? ¿Cuántos sufrimientos y males podrían evitarse o remediarse si la cordura imperase y no la insania de aprobar presupuestos, años tras años, para financiar proyectos de exterminios, y arrasar pueblos y tierras conquistadas al son de una filosofía imperial de despojo y conquista?
Esta guerra representa mucho tiempo y cuesta demasiado caro. Si se calcula cuantos segundos han transcurridos en estos años, se comprobará que en cada uno de ellos se ha gastado y se gastarán miles de dólares, que están en función de producir en ese mínimo instante de un segundo una cuota inmensa de sufrimiento y dolor. ¿Se justifica tanto derroche para mantener activa una máquina de matar seres humanos, tanto física como espiritualmente?
Nadie debiera olvidar lo planteado por el filósofo alemán Inmanuel Kant: «La guerra es nefasta porque hace más hombres malos que los que mata».
Así que el sueño imperial de dominación del mundo debe quedar sepultado en el seno del pueblo norteamericano. El mundo no merece que se reviva el espantoso fenómeno de la Alemania de Hitler. El mundo no merece la pesadilla de un imperio sobre sus hombros y espaldas. La lucidez debe derrotar a tan tremenda estupidez criminal de pretender apoderarse del mundo en un vuelo de rapiña del águila imperial. El mundo espera que el pueblo norteamericano sea capaz de dar un giro a su historia y refunde una república que jamás se parezca a la Roma americana de estos tiempos y emerja en el futuro como nación pacífica, respetuosa del derecho de los demás y solidaria, Obama prometió cambios, y el “we can change” no supo lograrlo como parecía posible.
Esta guerra de Afganistán que heredó Biden tiene un pasado aborrecible instaurado por el pigmeo político pero nefasto terrorista W. Bush, cuando desató las guerras de Afganistán e Irak con su amenaza mundial de «Están con nosotros o están con los terroristas”.
En medio del miedo general y mundial, pocos líderes y gobernantes se opusieron frontalmente a tal disyuntiva. Entre ellos descolló Fidel Castro cuando el mismo día de los trágicos hechos ocurridos en Estados Unidos el 11 de septiembre del 2001, expresó en un discurso: “(…) el esfuerzo general de la comunidad internacional es poner fin a una serie de conflictos que andan por el mundo, cuando menos en ese terreno; poner fin al terrorismo mundial, crear una conciencia mundial contra el terrorismo”.
“(…) ninguno de los problemas del mundo, ni el del terrorismo, se pueden resolver por la fuerza, y cada acción de fuerza, cada acción disparatada del uso de la fuerza, en cualquier parte, agravaría seriamente los problemas del mundo”.
“(…) la lucha internacional contra el terrorismo no se resuelve eliminando a un terrorista por aquí y otro por allá; matando aquí y allá, usando métodos similares y sacrificando vidas inocentes. Se resuelve poniendo fin, entre otras cosas, al terrorismo de Estado y otras formas repulsivas de matar, poniendo fin a los genocidios, siguiendo lealmente una política de paz y de respeto a normas morales y legales que son ineludibles. El mundo no tiene salvación si no sigue una línea de paz y de cooperación internacional”.
“Ninguno de los actuales problemas del mundo se puede resolver por la fuerza, no hay poder global, ni poder tecnológico, ni poder militar que pueda garantizar la inmunidad total contra tales hechos, porque pueden ser acciones de grupos reducidos, difíciles de descubrir, y lo más complicado, aplicados por gente suicida. De modo que el esfuerzo general de la comunidad internacional es poner fin a una serie de conflictos que andan por el mundo, cuando menos en ese terreno; poner fin al terrorismo mundial”.
Y 11 días después, el 22 de septiembre en Tribuna Abierta en San Antonio de los Baños, expresó rotundo e indomable:
“Cuba, con la moral que le otorga haber sido el país que más ataques terroristas ha recibido durante más tiempo, cuyo pueblo no tiembla ante nada, ni hay amenaza o poder en el mundo capaz de intimidarlo, proclama que está contra el terrorismo y está contra la guerra”.
Y 7 días después, el 29 de septiembre, en Ciego de Ávila, expresó su visionaria advertencia que la experiencia de veinte años ha permitido corroborar:
“El empleo intencionado de las armas para matar a personas inocentes como método de lucha es absolutamente condenable y debe ser erradicado como algo indigno e inhumano, tan repugnante como el terrorismo histórico de los estados opresores”.
En fin, queden todos estos juicios a modo de conclusiones definitivas de un periodo de veinte años. Ahora comienza un nuevo ciclo de la historia en los Estados Unidos y Afganistán y en los países de la OTAN. ¡Vamos a ver quien ha aprendido más de esta experiencia!
Por Wilkie Delgado Correa para Rebelión.