Por Pedro Brieger para Nodal.
Increíble pero cierto, otra vez un empresario presidente en América Latina. Esta vez en Ecuador. Guillermo Lasso se suma a la lista de empresarios devenidos en políticos que acceden a la presidencia de un país. Entre los más recordados de los últimos años que fracasaron podemos mencionar a Vicente Fox en México que provenía de la Coca Cola, o a Mauricio Macri en la Argentina, heredero del emporio creado por su padre Franco. Fox gobernó entre 2000 y 2006 y se fue sin pena ni gloria mientras que Macri lo hizo por un mandato (2016-2020) y perdió en primera vuelta por amplia diferencia cuando buscaba su reelección.
¿Acaso hubo algún empresario-presidente que fuera exitoso al aplicar las clásicas políticas de ajuste como manda el libreto neoliberal? Durante varios años Sebastián Piñera fue presentado como la excepción a la regla. De hecho, después de un primer mandato consiguió volver al poder, aunque su segundo gobierno será recordado por la revuelta popular de octubre 2019 en contra de sus políticas que lo han dejado contra las cuerdas. Tampoco Piñera dejará algún legado después de su segundo gobierno. Más bien todo lo contrario. Será un triste y solitario final.
¿Cómo es posible que -conociendo estas experiencias- un banquero logre ganar una elección presidencial cuando la inmensa mayoría de la población ni siquiera se puede identificar con su persona? Mucho menos con su patrimonio y forma de vida. Nada más alejado del actual presidente que un campesino que cosecha cacao en Manabí o un pescador de camarones en el Pacífico. Sin embargo, en Ecuador, y en tantos otros países esto se repite. Claro que la historia permite pensar que tampoco en este caso el empresario devenido presidente gobernará para la mayoría de quienes lo votaron con la ilusión de una mejor vida.
El problema de Lasso y las derechas latinoamericanas en 2021 es que los movimientos populares se han fortalecido y crecen las protestas contra las políticas de ajuste. Tal vez debería mirar a su alrededor. El “exitoso modelo chileno” voló por los aires; los cinco últimos presidentes electos por el voto popular en Perú estuvieron involucrados en casos de corrupción; en Colombia Alvaro Uribe y su delfín Iván Duque cada día son más cuestionados y Jair Bolsonaro ha llevado al Brasil a un desprestigio sin precedentes.
Lasso ya tuvo cargos en los gobiernos de Jamil Mahuad y Lucío Gutiérrez que aplicaron duras políticas de ajuste. Ambos gobernaron apenas dos años porque fueron derrocados por revueltas populares. Un poco más atrás Abadala Bucaram duró menos de seis meses. Lasso debería recordarlo.
Por Pedro Brieger para Nodal.