Una ceremonia congregará a 50 personas en el centro de congresos de Hanau, la ciudad de la región de Hesse donde se produjo el ataque, y algunas de las familias de las víctimas participarán por videoconferencia.

«Fue un crimen de odio, de odio racista» declaró recientemente la canciller Angela Merkel, quien prometió «mejorar las estructuras del Estado para combatir al extremismo de derecha».

Hace un año, Tobias Rathjen, un alemán vinculado a movimientos complotistas, mató a nueve personas de origen extranjero en dos bares de chicha.

El individuo, de 43 años, que vivía con sus padres, volvió luego a su casa donde habría matado a su madre, antes de suicidarse.

Según la fiscalía habría actuado solo, pero la investigación sigue su curso.

En un reciente llamado titulado «¡Acusamos!», familiares de las víctimas denunciaron una «cadena de fallos» que permitieron esos crímenes y exigieron explicaciones «inequívocas» a las autoridades.

Quieren saber por ejemplo por qué el autor podía poseer legalmente un arma cuando padecía graves problemas psíquicos y había sido varias veces internado a la fuerza.

Según varios medios, el número de llamada de socorro a la policía en la ciudad no funcionaba la noche del ataque, aparentemente por falta de personal.

Una de las víctimas habría intentado llamar varias veces antes de morir tiroteada dentro de su propio vehículo a manos de Tobias Rathjen.

«Necesitamos una toma de conciencia más clara» de parte de las autoridades sobre el hecho de «que los atentados de extrema derecha, por ejemplo contra los musulmanes, no son amenazas abstractas sino muy concretas» afirmó este viernes el presidente del Consejo Central de los musulmanes (ZMD), Aiman Mazyek.

Globalmente, los crímenes y delitos vinculados con la extrema derecha llegaron en 2020 en Alemania a su nivel más alto desde 2001, con 23.000 actos con motivaciones racistas, antisemitas o dirigidas contra el sistema democrático.

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