Hace unos días, las autoridades saudíes pusieron en libertad a Loujain Al-Hathloul, una activista que había pasado cerca de 1.000 días en prisión sólo por defender el derecho de las mujeres a conducir un automóvil.
La mantuvieron en prisión a pesar de que las autoridades concedieron a las mujeres el derecho a conducir mientras ella estaba entre rejas. De este modo, se perdieron dos años y siete meses de la vida de una joven -que aún no ha cumplido los 33 años-. Al-Hathloul ya había sido detenida en diciembre de 2014 durante 73 días tras intentar conducir desde EAU a Arabia Saudí.
La semana pasada, casualmente -o tal vez no-, las autoridades egipcias pusieron en libertad al periodista de Al Jazeera Mahmoud Hussein, que fue detenido el 20 de diciembre de 2016, cuando regresaba a El Cairo desde Doha de vacaciones anuales para visitar a su familia. Estuvo en prisión preventiva, pero no fue acusado ni juzgado. Así, perdió cuatro años de su vida sin más razón que el capricho del régimen egipcio.
Nada explica la liberación casi simultánea de Al-Hathloul y Hussein, al igual que no había ninguna lógica real detrás de sus detenciones en primer lugar. Del mismo modo, no hay ninguna razón convincente para mantener a miles de ciudadanos inocentes en las cárceles de Egipto, Arabia Saudí y otros países árabes con fines políticos, sobre todo porque los regímenes cuentan con los organismos que les permiten controlar todo en la sociedad en cualquier caso, especialmente a los políticos de la oposición, cuando existen. Los regímenes pueden impedir que los partidos y personas de la oposición hablen o realicen cualquier actividad política, obligándoles a guardar silencio o a abandonar el país.
¿Por qué se va a detener a alguien como Loujain Al-Hathloul o Mahmoud Hussein si no suponen ninguna amenaza para el régimen de Arabia Saudí o Egipto? ¿Qué ganan estos regímenes autoritarios con su detención? Es cierto que a esos regímenes no les gustan las críticas y no permiten la libertad de expresión -al fin y al cabo son autoritarios-, pero eso no les basta para llenar sus cárceles con personas en su mayoría inocentes. Hay, recordemos, decenas de miles de presos políticos en el mundo árabe.
Es razonable sugerir que estos regímenes utilizan a los detenidos políticos como moneda de cambio con Occidente, especialmente con Estados Unidos. No es una coincidencia que Al-Hathloul y Hussein hayan sido liberados después de que Donald Trump, el presidente estadounidense más autoritario de la historia que brindó apoyo incondicional a los regímenes árabes autoritarios, abandonara finalmente la Casa Blanca. La liberación de ambos puede leerse como un gesto de buena voluntad de El Cairo y Riad hacia la administración del presidente Joe Biden con el fin de despejar el ambiente para los próximos cuatro años. No debería sorprendernos que se liberen más detenidos en ambos países en un futuro cercano.
Lo que esto demuestra es que los presos políticos están siendo utilizados como peones en las negociaciones con Occidente. Es como si los ciudadanos árabes fuéramos simples mercancías en un mercado político de esclavos cuyo único valor real para nuestros gobernantes depende de cuánto puedan beneficiarse de nuestra represión. De ahí que podamos ser detenidos, torturados y liberados a voluntad para mantener a los regímenes en el poder. Es similar a los criminales de guerra que utilizan a los civiles como escudos humanos para ganar más tiempo. Estos dictadores no tienen reparos en sacrificar a su propio pueblo para conservar sus tronos. Incluso hemos visto a árabes con doble nacionalidad estadounidense liberados, no por ser egipcios o saudíes, sino por ser estadounidenses.
Resulta irónico que el discurso de estos regímenes esté lleno de eslóganes y retórica nacionalista hasta el extremo del chovinismo y la xenofobia, aunque sean los primeros en violar sus propios sentimientos patrióticos al abusar de sus ciudadanos para complacer a los gobiernos occidentales. Este es quizás el nivel más bajo de tiranía que nuestros países han presenciado, ya que los regímenes cambian los derechos y libertades de sus ciudadanos por un puñado de dólares; los que están en la cima venden su propio honor y dignidad en el proceso. La detención y la liberación dependen del apoyo y el pago. La justicia y la moral no juegan ningún papel en este regateo político. Es vergonzoso y humillante que sea la norma en los regímenes árabes desesperados por mantener buenas relaciones con Occidente.
Este artículo apareció por primera vez en árabe en Al-Araby Al-Jadeed el 14 de febrero de 2021
Fuente: MEMO