El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) ha confirmado que el incidente, acaecido en las primeras horas de hoy jueves, ha destruido total o parcialmente más de 550 refugios, los cuales albergaban a unos 3500 refugiados, además de 150 tiendas y una instalación perteneciente a una organización sin fines de lucro.
Según los testigos presenciales, no ha quedado nada más que cenizas: “Todos están llorando. Perdieron todas sus pertenencias. Lo perdieron todo, se quemó todo por completo, perdieron todos sus bienes”, ha comentado uno de los refugiados a la agencia de noticias británica Reuters.
No hay información sobre posibles víctimas y las autoridades están investigando la causa del fuego que tomó dos horas apagarlo.
La oenegé Save the Children (Salven a los Niños, en español) en Bangladés ha considerado el incendio como “otro golpe devastador para el pueblo Rohingya, que ha soportado dificultades indescriptibles durante años”.
La campaña xenófoba y racista lanzada en 2017 contra esta minoría musulmana creó horrendos escenarios de violencia, matanza, torturas y desalojos forzosos en el este de Myanmar (Birmania), de forma que la ONU ha expresado su preocupación por la limpieza étnica que se había puesto en marcha en este país.
A partir de esta tragedia, más de un millón de miembros de esta comunidad viven en asentamientos en todo el distrito de Coxs Bazar, en Bangladés. La mayoría de ellos, unos 740 000, huyeron de Myanmar durante la crisis de desplazamiento en 2017. Otros países de la región acogen también a unos 150 000 refugiados Rohingya.
Ciertos informes indican que, en las últimas semanas, el Gobierno bangladesí ha trasladado a varios miles de integrantes de esta minoría a una isla remota, a pesar de las protestas de grupos pro derechos humanos que dicen que algunas de las reubicaciones se realizaron con el uso de la fuerza, pero las autoridades niegan dichos comentarios.