Desde el estallido de la Covid-19, hemos visto una resurrección de interés en Avicena, o Ibn Sina (980-1037), como se le conoce en el mundo musulmán, un científico musulmán de Irán que ha tenido una influencia profunda y duradera en el campo de la medicina.
Su obra principal, Al Qanun, fue clave en el desarrollo de la literatura médica y programas educativos y es una piedra angular en la historia de la medicina. Según el historiador Jamal Moosavi, las obras de Avicena continuaron desempeñando un papel fundamental en el desarrollo de la medicina en el mundo musulmán y en Europa durante 600 años después de su muerte.
Hoy, los musulmanes recuerdan con orgullo al mundo que el legado de Avicena está ayudando a los esfuerzos antipandémicos en todo el mundo. “Para combatir un virus microscópico, el mundo ha recurrido a las recomendaciones de hace casi un milenio de Ibn Sina, una figura paterna de la medicina moderna temprana”, escribió un escritor musulmán.
Señalan cómo la idea misma de la cuarentena está enraizada en el trabajo científico de Avicena, quien había defendido el control de “la propagación de enfermedades en su enciclopedia médica de cinco volúmenes El Canon (Al Qanun) de Medicina, publicado originalmente en 1025”.
En gran parte de este recuerdo comprensiblemente orgulloso, lo que falta de manera crucial es el hecho de que Avicena no fue solo un científico médico, sino también un filósofo imponente. Una figura monumental en la historia de la medicina también fue un prolífico pensador filosófico.
Su trabajo surgió en un contexto que aún no se había llevado a cabo una fragmentación de las ciencias humanas, como entre las ciencias sociales y las naturales.
Avicena escribió sobre lógica, metafísica y misticismo, sobre psicología y música, matemáticas y medicina, y lo hizo desde la certeza visionaria de una mente profundamente erudita, culta y filosófica.
En ninguna parte del pensamiento medieval la competencia entre Galeno y Aristóteles fue tan dramática como en las obras de Avicena, donde se cruzan las dos grandes tradiciones. Avicena escribió el libro de texto medieval de la medicina galénica Al Qanun, así como la declaración medieval central de la biología aristotélica (Al Ḥayawan, la sección biológica de la Sefa). En ambas obras se enfrentó al problema de la división aristotélica-galénica, y la solución de la competencia entre las dos autoridades titánicas se convirtió en el principal interés de su trabajo vital en medicina y biología.
En el plano místico, cabe citar su obra maestra Al Isharat wa al Tanbihat (Comentarios y Advertencias). Al Isharat es el resumen del pensamiento maduro de Avicena en prosa alegórica y mística.
Avicena nos recuerda así una época en que los científicos y los filósofos eran lo mismo, o al menos estaban en la misma página, un hecho que no debería resultar tan extraño en el mundo de hoy, en especial después de que la Covid-19 haya acercado de nuevo la medicina a la filosofía.