Hace unos días se informó de la detención en Bielorrusia de un grupo de mercenarios de la empresa rusa Wagner, un acontecimiento extraño que se producía pocas semanas antes de las elecciones presidenciales, previstas para hoy.
La situación en Minsk es rocambolesca y los tiros apuntaban en todas direcciones, hasta que Komsomolskaia Pravda ha publicado un interesante reportaje de investigación (*) que ha impactado en los medios y las redes sociales de habla rusa.
Komsomolskaia Pravda desmiente al gobierno de Lukashenko: los mercenarios capturados no trabajaban para Wagner sino que fueron contratados por el SBU, el servicio secreto ucraniano, que se hicieron pasar por miembros de Wagner.
Se trató de una operación ucraniana encubierta en la que los reclutas creyeron que su destino era la protección de las instalaciones petroleras de Rosneft en Siria y Venezuela.
No estaban en Bielorrusia para intervenir en las elecciones sino esperando un vuelo que debía llevarlos a Turquía desde donde serían transportados a su destino final. Al menos eso es lo que les hicieron creer a los mercenarios rusos.
La mayoría de ellos habían combatido en el Donbas junto a las milicias locales y Kiev solicitó su extradición.
El SBU ucraniano utilizó un dominio de internet falso de Rosneft para sus correos electrónicos.
Los mercenarios recibieron dinero y billetes de avión para un vuelo de Minsk a Turquía, reservados a través de una agencia de viajes ucraniana en Kiev que parece haber sido creada exclusivamente para este propósito. Pero cuando los reclutas llegaron a Bielorrusia, se les dijo que el vuelo había sido cancelado. Se alojaron en un hotel local y les dijeron que esperaran unos días para otro vuelo.
El servicio secreto ucraniano informó entonces a Lukashenko de que un grupo de mercenarios rusos estaba en su país para dar un Golpe de Estado durante las elecciones de hoy. Lukashenko reconoció públicamente que la información procedía de Ucrania.
El SBU pretendía matar varios pájaros de un tiro: dar un golpe a Wagner, de rebote dar otro a Rosneft, envenenar las relaciones entre rusos y bielorrusos y, muy posiblemente, conseguir la extradición de quienes les han combatido en el Donbas.
A Komsomolskaia Pravda sólo le falta añadir que quien habla del SBU habla de la CIA.