Parafraseando el título de la reciente novela de Mario Vargas Llosa referida a la golpeada Guatemala de 1953-54, mientras que América del Sur, en particular Bolivia se encuentra en “Tiempos Recios”1, el Perú está en tiempo retardado en medio de demasiadas plagas.
El golpe cívico, policial y militar contra el gobierno constitucional del Presidente Evo Morales, quien acababa de ganar las elecciones del 20 de octubre, con 45% de los votos, nos remite a escenas que creíamos pasadas. Vargas Llosa relata al final de su novela que visitó en Washington a la protagonista principal del golpe de la CIA contra Arbenz y escribe: “Los tres coincidimos3 en que fue una gran torpeza de Estados Unidos preparar ese golpe militar contra Arbenz poniendo de testaferro al coronel Castillo Armas a la cabeza de la conspiración. El triunfo que obtuvieron fue pasajero, inútil y contraproducente. Hizo recrudecer el antinorteamericanismo en toda América Latina y fortaleció a los partidos marxistas, trotskistas y fidelistas”4.
Al parecer, todavía no es la hora de los incendios y saqueos en el Perú, como “efecto dominó” de lo que sucede en los países vecinos, pero sobre todo a consecuencia de las plagas de corrupción, discriminación, desinstitucionalización, autoritarismo, violencias de todo tipo y adicción al fracaso que arrastra el Perú desde hace al menos tres décadas. Mi reflexión es que, nos guste o no, el presidente Vizcarra ha encontrado la forma de gobernar la crisis de régimen político, retardando una crisis de estado, es decir de colapso total con movilizaciones ciudadanas multitudinarias que deberían llevar desde el proceso destituyente actual hacia uno constituyente.
Su fórmula ha sido hablar y actuar contra la corrupción que corroe prácticamente toda la institucionalidad política, económica y social del país en todo el territorio nacional. Y lo hace sin tocar el “modelo” económico en piloto automático y cuando la reforma política que prometió al asumir la presidencia por la renuncia del corrupto PPK en marzo del 2018, cuyo eje era la lucha contra la corrupción de los representantes fujimoristas y apristas en el Congreso que tuvo que disolver. Esta reforma política está pasmada desde hace meses.
¿Y en el vecindario?
El Ecuador está en movilización social e indígena, temporalmente detenida por promesas que el gobierno no ha cumplido hasta ahora. En Chile continúa la insurgencia social e indígena, con paros nacionales y marchas que apuntan a abrir las alamedas de un proceso constituyente contra el “modelo neoliberal Piñera” de un “oasis” que resultó inexistente, básicamente por la codicia de sus minoritarias clases dominantes. La Argentina también está en movilización de las masas, pero estas han sido cooptadas por el triunfo electoral de los Fernández peronistas y la esperanza en ellos luego del desgobierno y bancarrota del neoliberal Macri.
En Bolivia los partidarios de Evo Morales continúan en movilización contra el golpe y los asesinatos provocados por los bolsonaros policial-militares financiados y alentados por la embajada yanqui, pero el proceso con enormes logros se suicidó, al menos momentáneamente – si esto fuera posible - por errores del Movimiento Al Socialismo MAS, centrados básicamente en el desconocimiento del referéndum de febrero del 2016 y en el deseo de la reelección indefinida por parte de la dupla Evo Morales-Álvaro García Linera.
Sin embargo, al escribir esta crónica, el MAS en la Asamblea Nacional - en la que tiene absoluta mayoría -, ha facilitado la convocatoria a nuevas elecciones en el plazo de 120 días, reconociendo en la práctica a la autoproclamada “presidenta interina” Jeanine Añez. Como se sabe, ésta se instaló con el apoyo del gobierno de los EEUU, los fusiles y los paramilitares, luego de la renuncia del presidente Morales, provocando una treintena de muertos, más de 600 heridos, decenas de detenidos y otros tantos perseguidos. En estos momentos ha retornado a Bolivia una tensa calma, pero han continuado las agresiones contra los partidarios y dirigentes del MAS ya que en la Asamblea no se ha podido lograr aún una ley de garantías para que no continúe la violencia.
La población de Colombia ha sido la última en ingresar a los incendios con movilizaciones urbanas, campesinas e indígenas que continúan a ritmo de vallenatos, cacerolazos y tomas de calles y carreteras, combinadas con asesinatos de dirigentes por parte del Duque aquel, que ha llamado a una Mesa de Diálogo que no augura resultados.
El Brasil está nuevamente en movimiento alzándose contra el incendiario Bolsonaro y el neoliberalismo religioso, acicateado por la libertad del paradigmático Lula. Finalmente el Uruguay fue al ballotage el domingo 23 de noviembre, en el que Daniel Martínez del Frente Amplio perdió las elecciones por estrechísimo margen –menos de 30 mil votos- ante Luis La Calle Pou del derechista Partido Nacional, lo que significará para el pueblo uruguayo el retorno a las calles y campos.
Crisis peruana en el contexto latinoamericano
El Perú, país de 32 millones de habitantes, heredero de tradiciones milenarias, heroicas luchas sociales por derechos, diversidad de razas y pueblos indígenas originarios, agro-biodiverso y multicultural, con inmensos recursos naturales, tiene todo para ser un país próspero.
Sin embargo, se encuentra desde el 2016 y quizá desde mucho antes, en crisis de su régimen político, económicamente estancado, socialmente postrado, ambientalmente agredido, acosado por la corrupción a todo nivel y gobernado desde hace décadas por un régimen neoliberal extractivista que excluye a las grandes mayorías de sus derechos fundamentales para poder Vivir Bien o mejor dicho impulsar desde abajo y adentro los Vivires Bien en nuestro país diverso y abigarrado.
Este panorama nacional se desarrolla en un contexto latinoamericano caracterizado por los siguientes rasgos generales:
La resurrección de la crisis económico-financiera internacional en pleno proceso de “restauración conservadora" en el continente con guerras económicas, políticas, mediáticas y el rotundo fracaso del modelo extractivista-exportador;
Al menos desde el 2014, las continuadas agresiones políticas, ideológicas, mediáticas y militar-policiales contra los gobiernos progresistas y de izquierda en la región, especialmente sobre Venezuela, Cuba, Nicaragua, El Salvador, Ecuador, Chile, Bolivia y Brasil;
La concentración de medios de comunicación en manos de una derecha confesional, conservadora y fascista, con agresiones mediáticas permanentes bajo pretextos agresivos como la llamada «guerra contra las drogas», el «crimen organizado» y las «actividades ilícitas»;
La criminalización de las movilizaciones, luchas justas e insurgencias socio-ambientales, indígenas y ciudadanas contra sus territorios, derechos y culturas, así como contra el enorme espacio de la región Andino-Amazónica, pulmón, riñón y fuente de agua dulce para el planeta, contra sus bosques, sus pueblos con saberes indígenas ancestrales y sus territorios; y,
La criminalización y persecución de la migración pobre que huye de sus países en busca de seguridad y mejores condiciones de vida, junto con el apoyo y financiamiento por parte del gobierno de los Estados Unidos y sus agencias a las iglesias conservadoras evangélicas, que cada día tienen mayor protagonismo en los procesos conservadores de América Latina.
Lo anterior está orientado por las clases dominantes de cada país a facilitar y desarrollar injerencias de los gobiernos de los Estados Unidos, Canadá, Europa, las transnacionales y la “oficina de colonias” llamada OEA, en nuestros asuntos internos a fin de apropiarse de nuestros recursos naturales, particularmente minerales, petróleo, agua, biodiversidad, bosques y los saberes ancestrales de las comunidades originarias. En suma, controlar la región Andino-Amazónica.
Sobre la coyuntura destituyente actual
El primer eje de coyuntura que desató la crisis en el Perú fue la corrupción pública, privada y de los políticos en general de derecha, centro e izquierda. Pero el otro eje es el piloto automático del “modelo” neoliberal con “silla giratoria”, impuesto por el fujimorismo en los 90 y continuada sin dudas ni murmuraciones por los cinco gobiernos del periodo “democrático” que se abrió a fines del 2000, lo que ha significado y significa:
La captura corrupta del Estado, la concentración de la riqueza y de la tierra, así como la ofensiva sobre las políticas sociales con impacto en la distribución del ingreso, profundizando la pobreza y la desigualdad social.
La ofensiva sobre nuestros bienes naturales como petróleo, minerales, agua, tierra, biodiversidad y aire que proporcionan ganancias extraordinarias a las grandes empresas y los corruptos privados y públicos, mediante la apropiación de la plusvalía social recaudada por el Estado.
La ofensiva contra los derechos conquistados históricamente por los trabajadores, los pueblos indígenas, las mujeres, los trabajadores, otros sectores, nuestro mar y nuestra Amazonía.
La dominación por parte de la ideología neoliberal de los corazones y mentes de las personas al buscar la colonización y homogenización de nuestros saberes y sentidos.
Actualmente vivimos en el Perú un Proceso Destituyente con protestas en las calles, valles y regiones, con una agenda social, ambiental, cultural y económica frente a la que el gobierno actual y muchos políticos hacen oídos sordos. Consideramos que lo que debemos comenzar cuanto antes es un Proceso Constituyente, por fuera de la actual constitución mafiosa de 19935. En este proceso, el último acto ha sido la disolución por decreto presidencial, el 30 de setiembre del 2019 del Congreso de la República y la convocatoria a elecciones parlamentarias para el 26 de febrero del 2020.
No obstante, tal como he señalado en un artículo reciente para ALAI, lo que tenemos que disolver son al menos 10 mitos que son propios de la propuesta ideológica del neoliberalismo extractivista salvaje6:
que somos un país minero-petrolero-gasífero extractivista;
que para superar la pobreza y la exclusión debe haber crecimiento continuado del PBI;
que cemento, arena, fierro y equipos, es lo que debe primar en las inversiones públicas y privadas;
que el neoliberalismo es económico-productivo y no ideológico-cultural;
que con exportación superaremos la exclusión y la competitividad-productividad;
que el agua, bosques, biodiversidad y Amazonía son bienes transables e infinitos;
que los pueblos indígenas y los indignados no pueden gobernar;
que el territorio no se debe ordenar porque ello inhibe las inversiones;
que la diversificación productiva es una propuesta de los comunistas-ecologistas; y,
que los corruptos son más y por lo tanto es poco lo que podemos hacer frente a ello.
El Perú en crisis de régimen político
Estamos en medio de una profunda crisis institucional destituyente, que puede abrir un proceso constituyente. Se trata de una crisis multifacética, determinada en parte por la crisis económica agravada por los desastres causados por desastres ambientales de origen antrópico, la caída de los precios de los principales minerales que exportamos, la corrupción que devela los mecanismos del poder establecido, la crisis del Estado neoliberal puesto al servicio de los poderes fácticos, incapaz de responder a la situación y cada vez más deslegitimado, la emergencia de formas de sociabilidad y organización popular regresivas con un sentido común conservador, con salidas cada vez más represivas.
En este contexto, la resistencia popular en el Perú es explosiva pero desarticulada, que va generando un escenario destituyente, pero sin un sujeto político, social y cultural popular, democrático, que difícilmente se abrirá en el corto plazo a un proceso constituyente que transforme el Estado, la economía y la sociedad.
Estamos en un tiempo político-institucional marcado por los procesos electorales y la disputa del gobierno que se abrió por las elecciones generales de 2016, las regionales y locales del 2018 y las presidenciales del 2021 que coinciden con el bicentenario de nuestra independencia. Pero, a mitad de camino, este cronograma se alteró por la disolución del Congreso apro-fujimorista y la convocatoria a elecciones adelantas en enero del 2020.
El tiempo político está marcado por la configuración de tres mitades electorales - ultraderecha autoritaria, derecha democrática e izquierda progresista - en medio de un reflujo producido por la traición del gobierno de Ollanta Humala a la apuesta de cambio de importantes sectores del país.
El renacimiento de la izquierda que obtuvo una importante votación en el 2016 y generó expectativas que debían ser canalizadas con la incorporación de amplios sectores ciudadanos y populares a la política. Tenemos la conformación de un gobierno débil políticamente - primero el estadounidense Pedro Pablo Kuczynski que renunció por corrupto y ahora Martín Vizcarra - consagrado a gerenciar los negocios de grupos de poder empresariales nacionales y transnacionales.
El resultado de lo anterior es la consolidación de una derecha conservadora y vinculada a poderes económicos legales e ilegales que tiene una mayoría parlamentaria aplastante y que debe moverse apostando entre consolidarse el 2019 para ser opción real de gobierno el 2021 y/o precipitar la caída del gobierno actual.
La izquierda y la conflictividad social
Las izquierdas y el movimiento popular aún se encuentran en crisis, con una caída de lo viejo y lenta emergencia de algo nuevo, en un proceso inicial de reagrupamiento de fuerzas que requiere de una mayor acumulación para acometer tareas estratégicas, así como la recomposición de sus proyectos/organizaciones que atraviesa al conjunto de las izquierdas y el movimiento social. Aún existe un débil enraizamiento de los espacios político-sociales en los territorios y en las dinámicas cotidianas de vastos sectores sociales y persiste una cultura política que se centra en la representación más que en la participación, en la pugna organicista y de aparatos más que en la multiplicación de la acción política. Los actores políticos y sociales actualmente existentes en el país son los siguientes:
El fujimorismo, populismo de derechas, ultraconservador, sostenido sobre redes corruptas, criminales y clientelares, que, desde la mayoría parlamentaria en el Congreso disuelto y en alianza con otras fuerzas políticas, venía generando condiciones para la concentración política y el desplazamiento del poder de las élites tecnocráticas y/o su asimilación en un posible gobierno.
Los empresarios de la CONFIEP y la Sociedad Nacional de Minería y Petróleo (SNMP), que han capturado desde diversos flancos al Estado a través de sus técnicos de lujo o “pilotos de bombardero” - que arrojan sus bombas sin importarles que sucede abajo -, que impulsan la “silla giratoria”, quienes, en alianza con el fujimorismo, ganaron la presidencia del Congreso de la República disuelto a través de uno de sus representantes.
El centro liberal como Alianza para el Progreso (APP), Acción Popular (AP), el partido Morado y otros que pueden ser capaces de aglutinar a las clases medias o sectores emergentes asustados con la crisis.
Las izquierdas divididas y enfrentadas por apetitos de poder, siempre justificados en razones doctrinarias, incapaces de entender que deben actuar más allá de la lógica de frente en una apuesta de construcción ciudadana y popular más amplia.
Los gremios de izquierdas y los activismos de diverso tipo en crisis o marginales debido a que atienden las demandas de los reducidos sectores asalariados en la gran y mediana industria y sin capacidad de renovarse política, organizativa y tácticamente, como es el caso de la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP) y otros.
Los activismos atrapados en lógicas testimoniales sectoriales y vanguardistas como ecologistas, indigenistas, LGTBI, con dificultades para entablar un diálogo con la sociedad como ocurre con el feminismo y su dificultad de empatar con las demandas de la mayoría de mujeres.
Por último y no por ello menos importante, el senderismo y radicalismo étnico aún marginal a nivel nacional, pero con mucha voluntad política que avanza en sectores sociales organizados de algunas regiones y ciudades.
En suma, en este tiempo de plagas, se trata de DISOLVER los 10 mitos del neoliberalismo mencionados y de no darle la espalda a los problemas centrales del país como son la corrupción estructural y cotidiana, la democracia sustantiva y participativa, la persistencia del neoliberalismo extractivista, la porfiada búsqueda de mayoría electoral pero sin hegemonía político-ideológica a lo Antonio Gramsci, etc.7
Lima, 25 de noviembre de 2019
- Hugo Cabieses es economista, ex asesor parlamentario (2015-2017 y 2019) y ex Viceministro de Desarrollo Estratégico de los Recursos Naturales del MINAM (2011). Militante socialista y actual consultor sobre gestión sostenible de bosques, cambio climático, humedales Ramsar y derechos de los pueblos indígenas andino-amazónicos. Mail: hugocabieses@gmail.com
1 Ver: Mario Vargas Llosa; Tiempos recios; Penguin Rondom House-Grupo Editorial Alfaguara; Barcelona, 2019.
2 Ver: Alberto Flores Galindo; Tiempo de Plagas; Ediciones Caballo Rojo, Lima, 1987.
3 La novela culmina con la visita que Vargas Llosa hiciera a la salvadoreña Martha Borrero Parra (a) “Miss Guatemala”, amante del coronel Castillo Armas, ya muy anciana, en Virginia, Washington DC para entrevistarla sobre los sucesos de Guatemala y República Dominicana. La entrevista la hizo junto con sus amigos dominicanos Soledad Álvarez y Tony Rafal.
4 Ver este párrafo en la página 221. Como en otras novelas, Vargas Llosa, siendo un liberal conservador y anticomunista, rescata muchas veces tesis que son defendidas por socialistas y demócratas.
5 Ver mi artículo con Oscar Ugarteche en el Semanario Brecha de Montevideo, republicado en Sin Permiso de Barcelona: http://www.sinpermiso.info/textos/la-crisis-peruana-del-caos-destituyente-al-ciclo-constituyente.
6 Ver mi artículo en: https://www.alainet.org/es/articulo/202633.
7 Ver: https://www.alainet.org/es/articulo/188382
Fuente: Alainet