El pedido de la AMIA a la DAIA, la respuesta de esta última a su vecino del edificio de la calle Pasteur y el posterior pedido de licencia (renuncia disimulada) del titular de AMIA, sintetiza la degradación institucional de ambas organizaciones y pone en evidencia la caída estrepitosa de algunas de las neblinas y columnas de humo que sustentaron al actual gobierno durante los últimos años.
El trípode sobre el que se montó el ocultamiento del programa económico de ajuste y austeridad apeló a (a) la muerte del fiscal Nisman, (b) el memorándum y (c) los cuadernos. En las dos primeros casos, la DAIA y la AMIA tuvieron un rol preponderante. De hecho, la institución que preside el político radical Agustín Zbar fue la encargada de reabrir la causa del memorándum a partir de la grabación (ilegal) de una conversación privada entre Guillermo Borger, entonces presidente de esa mutual, y el fallecido Héctor Timerman.
La carta enviada por la AMIA a la DAIA (que adjuntamos al final de esta nota) fue respondida por Jorge Knoblovits, titular de la Delegación, adelantado que la resolución se tomará en mayo próximo en una asamblea ad-hoc. El entramado de internas y motivaciones de este enfrentamiento público se vincula tanto a divergencias geopolíticas y comerciales, acompañadas de una profunda debacle institucional y ética que acumula escándalos de acoso sexual, disputas de cartel, competencia por la caja publicitaria de los Estados PRO (provinciales, municipales y entes descentralizados) y ambiciones personales de figuración pública.
La carta de la mutual tiene origen en tres motivaciones convergentes:
Las informaciones que le llegaron a Zbar desde la Corte Suprema, donde trabaja un ex colega con quien compartió estudio jurídico hace dos décadas. El contacto se llama Carlos Rosenkrantz. Desde esas oficinas del Palacio de Tribunales le han llegado noticias acerca de la dificultad de la causa del memorándum: ese juicio termina en escándalo y no se logra el cometido original de encarcelar a Cristina Fernández de Kirchner y al resto de los acusados. La AMIA intenta abandonar un barco que empieza a mostrar sus fisuras. Lucraron políticamente durante cuatro años, pero ven la posibilidad de un cambio de escenario, hecho que les exige sacar los pies del plato.
Hace tres meses hubo elecciones en la DAIA y el sector de los laicos ligados fuertemente al Likud (el partido de derecha de Bibi Netanyahu que gobierna Israel) y al PRO venció a los religiosos. Estos últimos aún comandan la AMIA y su presidente, Agustín Zbar, el día que perdió esa elección tuiteó, en el marco de acusaciones de patoterismo y fraude, que ese acto electoral significaba la defunción de la DAIA.
El estilo y cometido central de ambos agrupamientos es también diferente: los religiosos dirigidos por Zbar se enfocan más en aspectos endogámicos y priorizan la actividad ritual, escolar y social, hecho que los liga al Estado desde una perspectiva más educativa y vinculada al desarrollo social. Las expectativas de los empresarios provenientes de los countries, reconvertidos en dirigentes políticos laicos neoliberales, se emparentan más con aspectos comerciales y geopolíticos. Sus dirigentes han utilizado sus lugares en las comisiones directivas para ligarse al PRO o acceder a información privilegiada para mejorar sus emprendimientos empresarios. Este arribismo expresado entre otros por Claudio Avruj, Sergio Bergman y Waldo Wolff, sumado a la sobreexposición de este último reconvertido en un cruzado de la política de Patricia Bullrich y en panelista mediático vespertino —de nexos cada vez más intensos con los sectores neocoloniales de la política israelí, lo cual explica su participación en los viajes de la ministra de seguridad a Jerusalén para adquirir material bélico y de seguridad—, hicieron sonar algunas alarmas en los reductos rabínicos donde el show business no es muy bien valorado.
Los religiosos tienen un jefe en las sombras que es el rabino Samuel Levin. Es un anciano de mente medieval que quiere crear hospitales para curar la homosexualidad, no disfruta de los vínculos políticos y sugiere dedicarse únicamente a la educación y el mundo ritual. Esa identidad colisiona con los laicos de la DAIA que carecen de límites a la hora de favorecer las políticas de seguridad de Israel, incluso a costa de constituirse en locomotoras de la persecución de líderes populares como Cristina Fernández de Kirchner. La derecha del Likud, el trumpismo y la ola neofascista que expresan los Presidentes de Brasil y Colombia, Jair Bolsonaro e Iván Duque, son útiles y funcionales a las políticas de ocupación de Israel: sus gobiernos legitiman a Jerusalén como capital y se abstienen de votar a favor del legítimo derecho que posee el pueblo palestino a tener su Estado soberano.
Geopolítica en el barrio de Once
El caso de Venezuela pone en evidencia las diferencias entre ambos sectores. Recientemente el autonombrado presidente de Venezuela, Juan Guaidó, nombró como embajadora en la Argentina a la exiliada Elisa Trotta, quien comparte con Waldo Wolff tareas en el Congreso Judío Latinoamericano. Ambos tienen como tarea central legitimar la injerencia de Estados Unidos en forma directa en Caracas, o impulsarla a través de terceros países. Los religiosos, por su parte, tanto desde la Argentina como en Venezuela, han tenido un rol autónomo al conflicto interno y su Gran Rabino ha sido recientemente distinguido por el presidente Nicolás Maduro con una Orden del Libertador. Tanto al interior de Israel como del resto del mundo, los religiosos permanecen relativamente ajenos a las lógicas geopolíticas digitadas desde la cancillería israelí.
La AMIA es, por ahora, socia integrante de DAIA, que ostenta la conducción política. Le exigió que concluya la persecución a Cristina Fernández de Kirchner y le advirtió que no va a acompañar la idea del juicio en ausencia promovida por Waldo Wolff y compañía. En la carta le solicita que se autonomice de la grieta política existente en nuestro país, conminándola a dedicarse únicamente a cumplir su (olvidado) estatuto que tiene como único objetivo la lucha contra toda forma de discriminación.
Ambas instituciones de la calle Pasteur se han transformado luego de los atentados de 1992 y 1994, que utilizaron para legitimarse como (pretendidos) únicos referentes de esa colectividad, obviando las demandas de los familiares de las víctimas, aunque únicamente poseen como asociados al 20 por ciento de ese colectivo e invisibilizando su profundo deterioro moral e institucional. Para ese cometido han gozado del blindaje de los grandes medios, que se encargaron de hacerle creer al resto de la sociedad que ambas organizaciones detentan el monopolio de lo judío local. Para contribuir a ese fraude comunicacional invisibilizaron al resto de las instituciones y referentes que sistemáticamente se despegaron de esa cosmovisión: en forma repetida exigieron que no se utilice su identidad para llevar agua a los molinos más reaccionarios del tablero político-partidario local. Sobrevaloración (de AMIA y DAIA) e invisibilización (de las organizaciones ubicadas en las antípodas de ambas) fueron las dos caras de una misma moneda situada para instituir lo judío argentino como un dispositivo al servicio de la acumulación política de Cambiemos. Por fuera de la calle Pasteur 633 hay decenas de instituciones, como Memoria Activa, la Agrupación 18J, APEMIA, el ICUF y el Llamamiento Argentino Judío que desconocen a AMIA / DAIA como sus organizaciones representativas. El 70 por ciento de los judíos argentinos no se identifica ni es socio ni suscribe las posiciones de ambas entidades.
Para encubrir una flagrante carencia de representatividad, la DAIA diseñó un estatuto ajeno a cualquier sistema democrático de representación. No votan personas sino delegados de instituciones que los socios de esas instituciones no eligen. La DAIA dice contar con 120 entidades adheridas cuando en la realidad no son más de 40. La más importante en términos de socios es la AMIA. El estatuto aprobado por el berajismo años atrás es claramente fraudulento: los electores se designan entre ellos y cocinan las candidaturas en forma previa a la elección. Dado que hay más instituciones laicas que religiosas, ganó la derecha del PRO.
El prioritario rol geopolítico ha sido liderado por la DAIA, que intentó instalar en Argentina un conflicto de medio oriente ajeno a la idiosincrasia y la cultura política de nuestro país: meses atrás la institución presidida por Knoblovits denunció por terroristas a los hermanos Axel y Gamal Abraham, ambos de fe islámica. Ambos hermanos fueron detenidos, Gamal fue despedido de su trabajo y la Justicia los exculpó por falta de mérito, volviendo a dejar a la DAIA expuesta en una operación ajena a su rol institucional, pero al mismo tiempo clarificadora de sus verdaderos intereses y mandantes.
Las idas y vueltas de DAIA y AMIA continuarán en próximas reyertas. Unos queriendo abandonar el barco a sabiendas de causas que han sido claras prevaricaciones. Y los otros intentando colgarse de la crisis de Venezuela o convocando a ahondar la grieta amparada en el humo, el odio y el fraude comunicacional. El diputado de Cambiemos Waldo Wolff llamó a sus huestes a concentrarse en la puerta de Pasteur el próximo viernes 8 para exigir la renuncia de Zbar. El deterioro de ambas entidades continuará la pendiente de la calamidad. A pesar de los entuertos, como sugirió alguna vez el periodista Horacio Lutzky, quizás sigan brindando sobre los escombros.
Fuente: El Cohete a la Luna