En los hospitales islámicos, donde se aplicaban varios tipos de jarabes, pastas y drogas medicinales, se enseñaba cuáles eran los medicamentos sintéticos, así como a conocer los medicamentos orgánicos que eran de suma importancia.
Farmacología y las ciencias naturales
Por el Profesor Abdul Husein Zarrinkub
En los hospitales islámicos, donde se aplicaban varios tipos de jarabes, pastas y drogas medicinales, se enseñaba cuáles eran los medicamentos sintéticos, así como a conocer los medicamentos orgánicos que eran de suma importancia. Por eso, como se muestra en el libro Saidana —o Saidala— de Al-Biruni[1], Muyiz de Ibn Tilmiz[2] y algunas otras referencias, era común en los hospitales tener personas que se llamaban Saidalani —quienes conocían los medicamentos, sus efectos y también cómo hacerlos—.
En relación a los medicamentos sintéticos, Hunayn Ibn Ishaq había traducido el libro de Galeno al idioma siriaco y Habish luego del siriaco al árabe. Los musulmanes llamaban a estos libros, “Aqrabazin” —de la raíz de la pronunciación griega Craphidin que significa una breve tesis, y muchos de ellos eran habitualmente usados— de origen siriaco o griego, como Aqrabazin de Sabur Ibn Sahl, Aqrabazin de Razi y Aqrabazin de Ibn Tilmiz. Otra obra fue Aqrabazin de un médico llamado Masuye Al-Marandi, el cual fue traducido al latín por un médico judío, y se volvió una referencia para los médicos europeos durante varios siglos y se dice que la misma traducción posteriormente fue la base de la farmacopea europea.[3] Así, tanto en la farmacología como en la medicina, los musulmanes tuvieron la posibilidad de agregar algo a las ciencias de los antiguos. Además, la variedad de territorios islámicos y su amplia extensión desde las fronteras de China a Andalucía, los familiarizó más que a los griegos con diferentes series de medicamentos orgánicos. Aunque la base de la farmacología islámica es griega, la influencia iraní, también es considerable. El nombre de algunos medicamentos, muestra todavía hoy en día la influencia de la doctrina médica de Gondishapur. Posteriormente, durante varios siglos, los cientos de nombres de medicamentos orgánicos, que eran desconocidos para los europeos, ingresaron en la farmacología islámica. Ibn Bitar Maleqi, quien hizo muchas giras investigativas buscando varias plantas medicinales en Andalucía, Norte de África, Egipto, Siria y Asia Menor, nombró mil quinientas especies de medicamentos orgánicos en su libro Al-Yami fil Adwiatil Mufrada, donde quizás más de doscientas variedades eran nuevas y especiales, descubiertas por botánicos musulmanes. El libro de Abu Hanifa Dinevari, el cual fue tomado de Dioscórides, tampoco estuvo exento de información nueva.
El estudio de Dioscórides, familiarizó a los farmaceutas musulmanes con la naturaleza y la investigación científica de las plantas. Ibn Bitar, durante muchos viajes realizó estudios acerca de las diferentes variedades de plantas. Ibn Abi Asibea relata que en compañía de su maestro, Ibn as-Suri, viajó a todas las zonas en los alrededores de Damasco y reconoció muchas plantas nuevas. Él dice que en estas giras portaban las obras de Dioscórides, Galoneo, Ghafiqi y otros sabios. Ibn as-Suri, primero pronunciaba los nombres griegos de las plantas, como fueron escritas por Dioscórides, luego expresaba las opiniones del autor sobre las plantas, sus características y cualidades. Hacía exactamente el mismo trabajo, narrado en los libros de Galeno y otros autores más recientes, y mostraba las contradicciones y errores de ellos. Esto que relata Ibn Abi Asibea, fue un ejemplo de los giros científicos que hacían los botánicos islámicos, donde a veces llevaban consigo a pintores para dibujar a las plantas.
Los médicos musulmanes de España mostraban especial interés en esa carrera. Ghafiqi, quien escribió su libro acerca de los medicamentos orgánicos en el siglo XII, durante muchos años hizo varios estudios y búsquedas en Andalucía y África. Especialmente en el norte de África, descubrió nuevas plantas que nombró a las mismas con nombres indígenas. Mufradat de Ibn Bitar era tan abarcador y exacto que desde la época de Dioscórides hasta el Renacimiento, quizás no existió un libro que lo igualara. De esta manera, en España, los estudios de los musulmanes se realizaron no solo en los libros, sino también en la naturaleza misma, así como no solo para la medicina sino para otras disciplinas como la agricultura e incluso para la industria. Verdaderamente fue allá donde se planteó por primera vez el estudio de las flores regionales y se hicieron viajes de investigación para el desarrollo de la botánica.[4]
Estas investigaciones también tuvieron su influencia en la agricultura. En la ciencia de la agricultura el libro Falahat An-Nabatiya de Ibn Wahshia no tuvo tanta importancia, pero el libro Al-Falaha de Ibn Awam, es un tratado extenso, detallado, científico y de alto valor profesional. Ibn Awam, que vivió en el siglo VI de hégira lunar en Ashbiliya —Sevilla— de Andalucía, tenía un interés especial por los asuntos de la agricultura. Este investigador habló de los diferentes tipos de barros, abonos, injertos y aguas, así como la manera de plantar árboles, de hacer cortes y traslados, cómo regarlos y otros asuntos relacionados; además del método en la preparación de conservas de frutas y la cría de ganado. En este libro, Ibn Awam plasma los resultados de experimentos, los cuales son interesantes con relación a las posibilidades de su época y quizás extrañas. Por ejemplo indica la circulación de la savia en la planta en sus órganos y aclara las diferencias de género (sexo) entre las plantas. También tiene una teoría de la fertilización artificial de las plantas y la existencia de la simpatía o la antipatía entre ellas. Además de la ciencia de la agricultura, en la cual los musulmanes fueron de sus precursores, es considerable la influencia que tuvieron en la familiarización de los europeos con algunas especies de árboles y plantas.[5] Los nombres de estos árboles y plantas en las lenguas europeas, todavía indican sus orígenes orientales. La flor “Tulipán” que se trasladó de Constantinopla a Europa en 1590, conservó su nombre turco como “Tulipe”. Y el melocotón, “Peche” y “Pfersisch” tiene aún su nombre antiguo persa, “Pesica” o “Pérsica”, así como el café que fue llevado a Europea por los otomanos, su forma de consumo se atribuye a Abul-Hasan Shazli, que aparentemente lo recomendó a sus discípulos como una receta para mantenerse despierto por las noches.
Se debe recordar que los musulmanes mientras hacían investigaciones en las plantas y las cualidades de la naturaleza, postularon innovadoras e interesantes teorías sobre la cosmovisión. En la llamada “Historia Natural”, las obras de Al-Yahiz,[6] Demiri y Qazwini, recuerdan las obras de Aristóteles y Plinio el Viejo. Al-Biruni y Avicena, también han mostrado su interés en estos asuntos, como lo demuestra la exactitud y la experiencia de ellos en sus libros, Ash-Shifa, Azar al-Baqiiah, Ma lil Hind, Al-Yamahir entre otros. En las tesis de Ijwan as-Safa,[7] existen dichos sobre los grados de la existencia, así como la cuestión de la influencia del medio ambiente en la creación de los seres vivos, la necesidad de la coincidencia de lo existente con el medio ambiente, y que en el orden de la existencia de los existentes en la Tierra, el ente inanimado tiene prioridad a la planta y la planta al animal.[8] También Al-Mas’udi,[9] el famoso historiador y viajero, Al-Biruni y Avicena, cada uno a su manera, creían que muchas partes del planeta tierra, donde hoy en día se encuentra mar, en algún momento fueron terrenos secos en la antigüedad. Al-Biruni dice que algunas costas de hoy —como la costa de Arabia Saudita y el valle de la India— en la antigüedad yacían en la profundidad del mar. El efecto de los medios naturales en la posición de la tierra tiene importancia ante Avicena y el dulce cuento que narra Qazwini en su libro Azar al-Bilad, es una prueba de esa observación. Friedrich Rückert, poeta alemán, lo adaptó en una agradable poesía. Es importante la atención que ponen Ijwan as-Safa y Al-Biruni en los fósiles de las criaturas marinas, por lo que de esta forma se demuestra cómo los musulmanes unos siglos antes del Renacimiento habían tratado este tema.[10] Sin duda, si las obras de Al-Biruni, —como las de Avicena— hubiesen llegado a Europa en la Edad Media, los europeos mucho antes habrían liderado el conocimiento experimental y el cálculo en algunos temas de la naturaleza.
Fuente: islamoriente.com