Hoy vuelvo a
Sergio Larraín y me gustaría escenificar en este post, el día que burló al mismísimo capo de la mafia siciliana.
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Calabria, Italia © Sergio Larraín |
Resulta que, en
1959, el entonces joven fotógrafo chileno y postulante a entrar a Magnum, es mandado por el propio
Henri Cartier Bresson a realizar un encargo imposible a Sicilia: un reportaje al temido
Giuseppe Genco Russo, considerado por muchos como el jefe de la cosa nostra en la isla.
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Palermo, Sicilia, Italia © Sergio Larraín |
Russo aún era un desconocido para los grandes medios. Nadie había podido retratarlo Y Larraín viaja a Sicilia con ese alocado propósito.
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Castelamare, Sicilia, Italia © Sergio Larraín |
Durante tres meses, el fotógrafo recorre la isla y con su Leica va capturando instantes de ese recorrido por pueblos de la isla en busca de lo imposible.
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Funeral. Sicilia © Sergio Larraín |
Pasa por la isla Ústica, por Villalba, por Palermo pero nada del Don Corleone. Nadie se atreve a decirle donde vive Russo.
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Palermo, Sicilia, Italia © Sergio Larraín |
Sin embargo, no pierde la esperanza. Está convencido que por lo menos, una oportunidad tendrá. Y ese día llega, cuando en un bar, un parroquiano le cuenta que Russo vive en un poblado llamado
Caltanissetta.
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Caltanisetta, Sicilia, Italia © Sergio Larraín |
Como si se tratara de una película de cine negro, Larraín se hospeda frente a la casa del mafioso y como un auténtico papparazi, fotografía desde su ventana pero los resultados no lo convencen. No es su estilo, necesita un retrato de él, cerca, que mire al objetivo. Una utopía.
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© Sergio Larraín |
Larraín, aparte de ser un gran fotógrafo, parece ser un gran actor y logra persuadir al abogado de Russo. Se hace pasar por un inocente turista chileno interesado en ruinas romanas. Y, de esa manera, cae simpático a todo el mundo y pronto entra a la guarida del capo mafioso. Allí, el padrino lo invita a comer junto a su familia.
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© Sergio Larraín |
Durante 15 días, lo visita diariamente pero sin sacarle ni una foto. Aún no se atreve. Necesita como un buen fotógrafo, volverse invisible.
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© Sergio Larraín |
Finalmente, después de un opíparo almuerzo, Larraín entra en acción. Saca su Leica y comienza a realizar bodegones en la casa del capo. Nadie dice nada, es sólo un simpático turista que quiere llevarse un recuerdo a su país piensa Russo y se va a dormir una siesta.
Larraín, que ya tiene el billete de tren en su bolsillo para volver a Roma al día siguiente, cree que ha llegado su momento. Lo sigue hasta la habitación y comienza a sacarle fotos, mientras el mafioso descansa sentado en un diván.
De pronto, los guardaespaldas lo descubren y Russo abre los ojos, sorprendido.
Y así llega el instante imprevisible que hace mágica a esta historia y que Larraín cuenta con lujo de detalles en el despacho de Cartier Bresson en París, un tiempo después:
"¿Por qué usted toma tantas fotos? pregunta el capo mafioso sin dejar de mirar un sólo instante a Larraín.
El fotógrafo sin dudarlo y con total indiferencia responde:
"porque después hay que seleccionar la mejor para mi álbum de los recuerdos". Aunque parezca increíble esta absurda respuesta satisface al capo mafioso que, acto seguido se pone un traje y un sombrero para la siguiente foto.
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Giuseppe Russo © Sergio Larraín |
Lo demás ya es historia conocida. Larraín viaja a París con 6.000 fotografías y casi 100 imágenes de Russo. Las grandes revistas europeas y americanas publicaron esa primicia en primera plana y ese primer encargo fue la entrada definitiva del fotógrafo a Magnum.