Censura, silenciamiento y castigo: Trump quiere frenar las críticas al régimen israelí

Censura, silenciamiento y castigo: Trump quiere frenar las críticas al régimen israelí

El término "antisemitismo" se refería originalmente al odio genuino hacia el pueblo judío. Sin embargo, en las últimas décadas, grupos de presión y figuras políticas israelíes lo han utilizado cada vez más como arma para reprimir las críticas legítimas al gobierno de Israel y sus atrocidades en Palestina y el Líbano.
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Friday 14 de Mar.
Censura, silenciamiento y castigo: Trump quiere frenar las críticas al régimen israelí

Bajo la administración Trump, esta táctica se intensificó, fusionándose con impulsos autoritarios más amplios para castigar la disidencia, reprimir el activismo y erosionar la libertad de expresión. Los casos de Mahmoud Khalil, Helen Thomas y el expresidente Jimmy Carter demuestran cómo las acusaciones de antisemitismo se utilizan no para combatir la intolerancia, sino para proteger a Israel de la rendición de cuentas, amenazando el discurso democrático y potenciando la hipocresía.

El “nuevo antisemitismo”: una herramienta estratégica de silenciamiento

El concepto del "nuevo antisemitismo", popularizado por los grupos de presión israelíes, redefine la crítica a Israel como inherentemente antijudía. Un análisis de Mondoweiss de 2013 destacó cómo este marco confunde la oposición a la ocupación israelí de los territorios palestinos con el odio a los judíos, equiparando así el sionismo con la identidad judía. Organizaciones como la Liga Antidifamación [ADL] y el Comité Estadounidense de Asuntos Públicos sobre Israel [AIPAC] han liderado campañas para legalizar esta definición, especialmente contra el movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones [BDS].

Esta estrategia tiene consecuencias nefastas. Al presentar las críticas a "Israel" como antisemitas, los grupos de presión y los políticos deslegitiman la defensa de los derechos humanos y frenan la libertad de expresión. Por ejemplo, la ADL tilda rutinariamente de antisemitas a quienes defienden los derechos de los palestinos, mientras que ofrece tibias reprimendas a la genuina intolerancia antijudía de sus aliados políticos. En 2024, cuando Donald Trump afirmó que los demócratas judíos mostraron una "gran deslealtad" al votar en su contra, la ADL calificó sus comentarios de meramente "divisivos", un marcado contraste con su agresiva difamación contra legisladores progresistas como la representante Ilhan Omar por criticar a "Israel".

Un patrón de represión: de Mahmoud Khalil a Helen Thomas

Figuras prominentes han sido tildadas de "antisemitas" por oponerse a las políticas de "Israel". Mahmoud Khalil, estudiante de posgrado palestino y líder de las protestas de la Universidad de Columbia contra la guerra de "Israel" en Gaza, fue arrestado por agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) a pesar de tener una tarjeta de residencia permanente. Fue detenido en virtud de las órdenes ejecutivas de Trump que "prohíben el antisemitismo", y el gobierno alegó que su activismo constituía apoyo a Hamás. Esto marcó la primera deportación pública en el marco de la represión de Trump contra los manifestantes estudiantiles pro-Palestina.

La situación de Khalil ilustra lo absurdo del antisemitismo como arma. Ninguna prueba lo vinculaba con Hamás; su supuesto "delito" fue organizar protestas pacíficas en el campus. Al calificar la solidaridad palestina de antisemita, la administración Trump criminalizó la disidencia, explotando las leyes de inmigración para atacar a un residente cuya defensa no representaba ninguna amenaza.

Otro caso significativo es el de Helen Thomas, una periodista pionera que rompió barreras de género en el cuerpo de prensa de la Casa Blanca. Tras casi seis décadas de periodismo intrépido, su carrera terminó abruptamente en 2010 tras criticar a "Israel" y sus políticas respecto a los palestinos. La reacción fue inmediata y la obligó a retirarse. La experiencia de Thomas sirve como una advertencia escalofriante para otros periodistas que consideran posturas críticas sobre "Israel". Su comentario: "No se puede criticar a "Israel" en este país y sobrevivir", resultó profético.

Ni siquiera el expresidente estadounidense Jimmy Carter fue inmune a estos ataques. En su libro Palestina: Paz, no Apartheid, Carter argumentó que las políticas de Israel en los territorios ocupados se asemejan al apartheid. Esto provocó una feroz reacción de los grupos de presión israelíes, que lo calificaron de antisemita e ignoraron su apoyo de toda la vida a las comunidades judías y su papel en la negociación de los Acuerdos de Camp David. Los ataques contra Carter ponen de relieve cómo incluso los expresidentes estadounidenses enfrentan consecuencias por criticar a Israel.

La erosión de la libertad de expresión en Estados Unidos

El uso del antisemitismo como arma para silenciar a quienes critican a Israel representa una grave amenaza para la libertad de expresión en Estados Unidos. En una sociedad democrática, las personas deberían poder criticar a cualquier gobierno, incluido el de Israel, sin temor a ser perseguidas. Sin embargo, la presión de los grupos de presión israelíes ha fomentado una cultura del miedo, donde políticos, periodistas, académicos y activistas corren el riesgo de perder sus carreras o su reputación por expresar opiniones críticas sobre Israel.

Esta represión se extiende a las instituciones académicas. Antaño bastiones de la libre investigación, las universidades ahora se enfrentan a la presión de adoptar la definición de antisemitismo de la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto [IHRA], que equipara el antisionismo con el odio a los judíos. Esto ha resultado en la cancelación de conferencias, la desfinanciación de grupos estudiantiles y el despido de cátedras, un ataque directo a la libertad académica. A los profesores también se les ha negado la titularidad o se les ha despedido por sus opiniones, lo que ha sofocado el debate abierto y las discusiones significativas sobre las acciones de "Israel" y su impacto en los palestinos.

La hipocresía de Trump: explotar el antisemitismo para obtener beneficios políticos

Irónicamente, la administración Trump calificó activamente de antisemitas a quienes criticaban a Israel, a la vez que se rodeaba de personas que defendían ideas antisemitas. Figuras como Steve Bannon, exestratega de Trump, han sido acusadas de promover la retórica nacionalista blanca y tolerar el antisemitismo entre sus filas.

A pesar de esto, el gobierno de Trump impulsó políticas que equiparaban las críticas a "Israel" con antisemitismo, utilizando el tema con fines políticos en lugar de una preocupación genuina por las comunidades judías. Su exasesor, Sebastian Gorka, elogió a los colaboradores húngaros con los nazis, mientras que el propio Trump cenó con el supremacista blanco Nick Fuentes. Estas alianzas revelan el cinismo del gobierno: las acusaciones de antisemitismo no buscan proteger a los judíos, sino silenciar a los críticos de "Israel" y consolidar el poder.

La adhesión de Trump al gobierno de extrema derecha de Israel y su apoyo a grupos sionistas cristianos resaltan aún más sus motivaciones políticas. Los sionistas cristianos, un componente clave de la base de Trump, apoyan a Israel no por preocupación por el pueblo judío, sino por creencias apocalípticas que lo consideran necesario para la profecía bíblica. Esto ilustra que el uso del antisemitismo como arma por parte de Trump se basó en el avance de su agenda política, más que en la lucha contra la intolerancia.

Conclusión: En defensa del derecho a criticar a «Israel»

La capacidad de criticar a cualquier gobierno es fundamental para la democracia. El uso del antisemitismo como arma por parte de grupos de presión israelíes y figuras como Trump representa una seria amenaza para la libertad de expresión en Estados Unidos. Casos como los de Mahmoud Khalil, Helen Thomas y el presidente Carter ilustran cómo esta estrategia suprime las voces que cuestionan las políticas israelíes.

Si Estados Unidos quiere defender sus valores de libertad de expresión y debate abierto, debe rechazar la falsa equivalencia entre la crítica a "Israel" y el antisemitismo. El antisemitismo genuino debe ser confrontado y condenado, pero no debe utilizarse como arma política para silenciar la disidencia. Solo resistiendo esta manipulación podremos garantizar que los debates sobre las políticas de "Israel" se mantengan justos, abiertos y libres de coerción política.

Fuente: Al Ahed


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