La historia reciente de Siria y su trágico desenlace bajo el control parcial de fuerzas terroristas nos obliga a reflexionar sobre las lecciones que la humanidad parece haber olvidado. Albert Camus, en sus reflexiones sobre la Guerra Civil Española, destacó una amarga verdad: Nos enseñó que se puede perder teniendo razón, que la fuerza bruta a veces vence a la justicia. Esta idea resuena con fuerza en el conflicto sirio, donde intereses geopolíticos y sectarios han prevalecido sobre la justicia y los derechos humanos.
El colapso del Estado sirio, la inmediata extensión a zonas estratégicas de los territorios sirios ocupados por el régimen de Tel Aviv sin ninguna oposición por parte de las “nuevas autoridades sirias”, la instrumentalización por parte de los Estados Unidos de grupos armados como las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF) y la complicidad de la llamada “comunidad internacional” nos sitúan una vez ante la doble vara de medir desde la que los EEUU realizan su política exterior que una vez mas se otorga el concepto de moderado, o de peligroso extremista radical en función sus intereses.
La realidad es que la actual situación de Siria con los ataques militares de Israel a instalaciones militares sirias y la ocupación de parte de su territorio configuran un panorama desolador que trasciende las fronteras del país. Este escenario afecta a la Resistencia Palestina y a todo el Eje de Resistencia regional, y plantea preguntas urgentes sobre el futuro de Siria y de toda la región.
La fuerza bruta y la caída de Siria
Siria, una nación que durante décadas ha mantenido un papel clave en la resistencia contra el imperialismo y el sionismo, ha sido víctima de una intervención multifacética que la ha sumido en el caos. La irrupción de grupos terroristas wahabíes, respaldados por actores externos, ha desmantelado su tejido político, social y económico.
El cruel bloqueo económico impuesto por Estados Unidos y sus satélites ha destruido la economía y la vida cotidiana de los sirios. A ello se suma el desgaste provocado por los continuos bombardeos de Israel y el permanente apoyo de Turquía a organizaciones terroristas y sectarias que se imponen por medio del terror. En este contexto, el triunfo de Hayat Tahrir al-Sham (HTS), una organización declarada terrorista tanto por la ONU como por Estados Unidos y la Unión Europea, organización liderada por Abu Mohamed al Jolani, considerado por la ONU y EEUU como "el líder de un movimiento terrorista global" por su pertenencia a al Qaeda. ejemplifica cómo la fuerza bruta puede imponerse sobre la justicia. La fragmentación de Siria no es solo una derrota para su pueblo, sino también un golpe a los valores de soberanía y resistencia frente al gendarme global que el país encarnaba.
En momentos como éste, las palabras de Camus adquieren un nuevo significado: la justicia, aunque moralmente superior, no siempre tiene las herramientas necesarias para prevalecer frente a la violencia organizada y respaldada por intereses internacionales.
Repercusiones en la Resistencia Palestina y el eje de resistencia
Siria: Pilar de la Resistencia y Campo de Batalla Geopolítica
Siria ocupa un lugar central en el Eje de Resistencia contra la ocupación israelí, conformado por actores como Hezbollah en el Líbano y las facciones palestinas, principalmente Hamas, la Jihad Islámica y el Frente Popular para la Liberación de Palestina. Este eje no se sostiene solo se sobre el apoyo político y logístico que Siria ha brindado, sino también en su posición geográfica estratégica. Limítrofe con el Líbano y los territorios históricos palestinos ocupados en 1.948, Siria ha servido como un puente para el suministro de armamento, entrenamiento y respaldo político a los movimientos de resistencia. Su gobierno, históricamente liderado por el Partido Baath, ha adoptado una postura abiertamente antisionista, consolidándose como un bastión contra los intentos israelíes de expandir su influencia en la región.
La caída de Siria en manos de grupos terroristas afiliados a Al-Qaeda tendrá consecuencias catastróficas para la Resistencia. Los terroristas wahabíes, lejos de compartir el objetivo de combatir la ocupación israelí, han priorizado una agenda sectaria y destructiva que fragmenta la región. La toma de Siria por estos grupos va a dificultar la infraestructura de apoyo logístico y militar hacia Hezbollah y las facciones palestinas, dejando a estas fuerzas más vulnerables frente a la maquinaria militar israelí. Además, la fragmentación de Siria debilitará al eje de resistencia al aislar a Irán, otro pilar fundamental, complicando su capacidad de enviar ayuda directa.
En este contexto, la implicación de potencias extranjeras como Turquía, Estados Unidos, Reino Unido, Francia e Israel no puede ignorarse. Bajo el pretexto de apoyar a los "rebeldes sirios", estas naciones han armado, financiado y entrenado a facciones que incluyen elementos extremistas. Turquía, por ejemplo, ha proporcionado corredores seguros y refugio a terroristas wahabíes, mientras Estados Unidos y sus aliados han suministrado armamento bajo programas como el “entrenar y equipar”, que en muchos casos terminó en manos de Al-Qaeda o DAESH. Israel, aunque aparentemente al margen, ha realizado ataques aéreos en Siria que, en beneficio de sus intereses estratégicos, han debilitado al gobierno sirio y sus aliados, facilitando de este modo un desequilibrio militar en favor de las facciones terroristas.
¿Quién asumirá la responsabilidad cuando los grupos terroristas que ahora se han alimentado cometan atentados en Paris o Madrid?
El apoyo occidental a los rebeldes sirios revela un patrón geopolítico: la desestabilización de Siria favorece a quienes buscan debilitar al eje de resistencia contra Israel y redibujar el mapa político de Oriente Medio. La narrativa de la "guerra contra el terrorismo" se convierte en una herramienta para justificar intervenciones que, en la práctica, desangran al país y benefician a los enemigos históricos de la resistencia palestina y libanesa.
Con la caída de Siria, el eje de resistencia enfrenta una crisis estratégica. Las rutas de suministro de armas y apoyo a Gaza y Cisjordania están comprometidas, mientras que la fragmentación territorial dificulta la coordinación de acciones conjuntas. Además, la narrativa sectaria promovida por los grupos terroristas wahabíes erosiona la cohesión ideológica del eje, que se basa en una visión inclusiva y anticolonialista.
La Resistencia Palestina, en este escenario, se encuentra más aislada en un entorno regional hostil, donde gobiernos árabes han priorizado sus intereses nacionales o se han alineado tácitamente con Israel. La pérdida de Siria como un bastión de apoyo agrava este aislamiento y plantea desafíos existenciales para la causa palestina. De este modo, podemos concluir que uno de los mayores beneficiarios de la caída de Siria ha sido el régimen de Tel Aviv.
La ocupación israelí y la connivencia con Hayat Tahrir al-Sham (HTS)
La situación en Siria ha sido un caldo de cultivo para la intervención extranjera, tanto directa como indirecta, lo que ha complicado aún más el sufrimiento de su población. En medio de esta guerra devastadora, una de las dinámicas más preocupantes es la ocupación israelí de los Altos del Golán y la connivencia entre Israel y el grupo yihadista Hayat Tahrir al-Sham (HTS), lo que representa un peligroso precedente en la región.
Israel, desde 1967, mantiene la ocupación de los Altos del Golán, un territorio sirio de gran valor estratégico. Esta ocupación ha sido un foco de tensiones constantes entre Siria e Israel, y la comunidad internacional ha condenado en varias ocasiones la ilegalidad de esta anexión. Sin embargo, en el contexto del conflicto sirio, Israel ha mantenido su presencia militar en la región, utilizando la justificación de la seguridad para continuar con su ocupación. A pesar de las resoluciones de la ONU, que exigen la retirada israelí, Israel sigue controlando este territorio con el fin de mantener su ventaja geopolítica en la región.
Lo que es aún más alarmante es la connivencia que se ha desarrollado entre las fuerzas israelíes y Hayat Tahrir al-Sham (HTS), un grupo yihadista que surgió de las semillas del DAESH y de Al-Qaeda en Siria. HTS ha estado involucrado en combates contra el gobierno sirio y es conocido por su ideología extremista y su brutalidad. A pesar de ser considerado un grupo terrorista por muchos países, incluido Estados Unidos, se ha observado que Israel ha proporcionado apoyo logístico y asistencia médica a sus miembros, particularmente en la región del Golán. Esta relación, que puede ser sorprendente para alguien, responde a una serie de intereses estratégicos que Israel ha buscado preservar en el caos sirio.
El apoyo israelí a HTS no es casual. Israel ve en este grupo yihadista un contrapeso útil al gobierno sirio y, más específicamente, a las fuerzas del presidente Bashar al-Asad, aliado cercano de Irán y Hezbolá. Al alinear sus intereses con HTS, Israel ha buscado debilitamiento del gobierno sirio, al que siempre ha considerado una amenaza estratégica, y frenar la influencia de Irán en la región, especialmente en los Altos del Golán y en el Líbano. Este apoyo israelí a los terroristas de HTS forma parte de una estrategia más amplia de Israel para mantener su dominio militar y político en la región, a pesar de las repercusiones internacionales.
Por otro lado, la implicación de Israel con grupos terroristas wahabíes, como HTS, también ha sido fuente de críticas a nivel internacional. La cooperación con grupos extremistas evidencia las verdaderas intenciones de Israel en la región y su falta de respeto a los principios de soberanía y derechos humanos. El respaldo a grupos armados que recurren a la violencia y la desestabilización ha sido una violación del Derecho Internacional, de la soberanía del pueblo sirio, así como de infinidad de tratados internacionales y solo buscaba el derrocamiento del gobierno sirio y del presidente Asad, y la instauración de un estado fallido en Siria. Además, estos actos de connivencia refuerzan la idea de que la ocupación israelí en los Altos del Golán y sus extensión sin oposición a otras zonas extratégicas aledañas tiene como objetivo no solo el control territorial, sino también el desmembramiento y la fragmentación de Siria como estado.
Es vital que la comunidad internacional reconozca estos vínculos y presione por el respeto a la soberanía siria, el fin de la ocupación israelí de los del Golán y la condena de la alianza tácita entre Israel y grupos terroristas como HTS. La paz en la región no se puede lograr mientras las potencias extranjeras sigan promoviendo la inestabilidad y apoyando a actores que persiguen agendas destructivas.
Siria ha sufrido años de guerra y ocupación, y el pueblo sirio sigue siendo víctima de esta guerra geopolítica. La lucha por la soberanía y la independencia sigue siendo un principio fundamental para los sirios, y el apoyo internacional a su derecho a vivir en paz, libre de ocupaciones y de la influencia de actores externos, es más crucial que nunca. La comunidad internacional debe ser firme en su condena de la ocupación israelí y en la denuncia de cualquier forma de colaboración con grupos que perpetúan la violencia y el extremismo en la región.
La unidad territorial de Siria y los riesgos de un nuevo Estado fallido
La situación en Siria se encuentra en una fase crítica. Es imperativo que se preserve la unidad territorial del país y se evite a toda costa un reparto de facto de sus territorios. Turquía, Israel, comunidades kurdas aliadas de Estados Unidos y el integrismo suní respaldado por las monarquías feudales del Golfo Árabe buscan fragmentar el país. Este escenario no solo pone en peligro la soberanía siria, sino que también representa un grave riesgo de desestabilización regional con consecuencias globales. La historia reciente de Libia, tras su "liberación y democratización" en 2.011, deja claro que el fin de la unidad territorial no solo produce caos, sino que transforma a un Estado funcional en un Estado fallido, alimentando conflictos que podrían extenderse más allá de las fronteras sirias.
El riesgo de que Siria se convierta en un nuevo Estado fallido es real, y de no evitarse, la zona podría caer en una espiral aún más peligrosa, abriendo las puertas a un conflicto bélico de proporciones globales. El interés imperialista de actores como Turquía y las monarquías del Golfo, sumado a la intervención de otras potencias extranjeras, está contribuyendo a la fragmentación y desestabilización del país. Es una situación que no solo afecta a Siria, sino que tiene implicaciones directas para la paz y la seguridad global.
La responsabilidad internacional en la protección de los derechos humanos en Siria
La situación en Siria sigue siendo un escenario de tragedia y violaciones graves de derechos humanos. Un tema crucial que no puede ser ignorado es la responsabilidad de aquellos que han apoyado a las bandas terroristas que han tenido éxito en la región. Estos actores, que han intervenido en el conflicto sirio con el objetivo de derrocar al gobierno de Bashar al-Asad, tienen una obligación moral y legal de garantizar el respeto a los derechos humanos de toda la población siria, independientemente de su religión o etnia.
La guerra en Siria ha dejado un rastro de sufrimiento para millones de personas, especialmente para las comunidades no wahabíes, que han sido blanco de ataques brutales. Los pogromos, linchamientos y limpieza étnica contra grupos como los alauíes, cristianos, chiíes y otros no wahabíes, que han sido sistemáticamente atacados por los extremistas islámicos, son una evidencia clara de la impunidad con la que se llevan a cabo estas atrocidades. Los actores que han financiado y apoyado a estas bandas armadas tienen la responsabilidad de actuar para detener estos crímenes, que no solo constituyen un acto de barbarie, sino que además socavan los principios fundamentales de la humanidad.
Es imprescindible que la comunidad internacional exija que aquellos que han contribuido a la creación y fortalecimiento de estos grupos, entre los cuales se encuentran potencias extranjeras y actores regionales, asuman su responsabilidad y hagan todo lo posible por poner fin a los ataques y persecuciones contra las comunidades no wahabíes. Los derechos humanos no deben ser conculcados por motivos políticos, sectarios o ideológicos. Cada vida, sin importar su creencia religiosa o identidad cultural, merece ser protegida.
El panorama actual de Siria refleja una total falta de rendición de cuentas ante estos crímenes, lo que agrava aún más la situación humanitaria y contribuye a una espiral de violencia que no parece tener fin. Esta impunidad debe ser detenida de inmediato. Los responsables de los crímenes de guerra, los actos de genocidio y las violaciones de derechos humanos deben ser llevados ante la justicia internacional, que tiene la obligación de garantizar que no quede impune ni un solo acto de barbarie cometido contra la población civil.
Siria, un país que ya ha soportado casi 14 años de guerra y ahora enfrenta los horrores de un conflicto brutal, no puede ser dejado a merced de fuerzas externas que buscan dividir y destruir su unidad. La comunidad internacional, en lugar de seguir siendo cómplice de estos crímenes, debe unirse para exigir el fin de la violencia y el restablecimiento de la justicia. Esto no solo es crucial para la estabilidad de Siria, sino para la paz y la seguridad globales.
En última instancia, es necesario recordar que la lucha por los derechos humanos y la justicia no es solo una cuestión interna de Siria, sino una causa universal. Todos los pueblos del mundo deben estar al lado de aquellos que luchan por su libertad y dignidad, y quienes han apoyado la violencia deben ser llamados a rendir cuentas por sus actos. La paz y la justicia en Siria dependen de que se haga frente a la impunidad y se protejan los derechos fundamentales de cada ser humano.
La Caída de Siria: Un Movimiento Geopolítico en el Tablero Internacional
La reciente ofensiva de grupos islamistas contra Siria, auspiciada por Estados Unidos y algunos de sus aliados, es otro capítulo en la escalada bélica impulsada por la administración Biden. La autorización de misiles de largo alcance a Ucrania contra Rusia, a poco más de un mes para el relevo presidencial en la Casa Blanca, sube la temperatura del conflicto internacional. Este escenario refleja una estrategia de tensar las relaciones globales, en un contexto donde se percibe la creciente influencia de los BRICS, una alianza internacional que desafía el dominio económico y político de Washington.
La intervención militar en Siria responde a un intento de supervivencia de un imperio estadounidense en declive. Con la expansión de los BRICS, que podría incorporar a Venezuela, una potencia petrolera que fortalecerá sustancialmente esta alianza y que, aunque EEUU haya conseguido aplazar temporalmente la adhesión de la república bolivariana a los BRICS+, este ingreso no se demorará mucho tiempo por la necesidad de la alianza de los países emergentes. Estados Unidos teme perder su control global y está dispuesto a mover todas su piezas para evitar lo que parece inevitable: la creación de un sistema de pagos alternativo al dólar, impulsado por estos países, que podría marcar el fin del dominio económico estadounidense.
La crisis siria, alimentada por intereses geopolíticos y la manipulación de actores locales, es parte de la estrategia de Washington para mantener su influencia en una región clave, a pesar de la creciente resistencia global. En este contexto, el gobierno legítimo de Siria se enfrentó a una agresión internacional cuyo objetivo no ha sido otro que desestabilizar aún más la región.
Este panorama refleja no solo el intento de Estados Unidos de preservar su rol de gendarme global, sino también la intensificación de un conflicto que amenaza con reconfigurar el orden internacional, mientras las potencias emergentes desafían el statu quo. La batalla por Siria es, en última instancia, una batalla por el futuro del sistema internacional.
Siria: Cuanto mas oscura es la noche mas se acerca el amanecer
La situación actual de Siria representa un punto de quiebre en el panorama geopolítico global y un golpe significativo para el movimiento antiimperialista y las fuerzas de izquierda en el mundo. Tras más de 13 años de resistencia, el país enfrenta un nuevo escenario marcado por la caída de un aliado estratégico para Irán, el aislamiento de Hezbolá y la transformación de Siria en un estado fallido, similar al caso libio.
Este desenlace, impulsado por los intereses de potencias como Estados Unidos e Israel, refuerza el llamado "imperio del caos", consolidando un clima de inestabilidad en la región. A ello se suma el bloqueo económico impuesto por Estados Unidos y la Unión Europea, cuyas consecuencias han devastado la economía siria y golpeado directamente a la población civil.
Por otro lado, el apoyo continuo de Turquía e Israel a grupos salafistas en Siria ha contribuido a erosionar aún más las estructuras del Estado. Estas políticas han fortalecido a actores armados que han sido determinantes en el desmoronamiento del tejido social y político del país.
En tan solo dos semanas, ha sido dinamitado lo que el pueblo sirio logró mantener durante más de una década, dejando tras de sí una derrota histórica. Sin embargo, la resiliencia y el espíritu de lucha del pueblo sirio alimentan la esperanza de que esta adversidad sea superada en el futuro. La resistencia que ha caracterizado a Siria en los últimos años apunta a que este capítulo, aunque doloroso, podría revertirse.
La derrota tiene algo positivo, nunca es definitiva. |
En cambio, la victoria tiene algo negativo; nunca es definitiva. |
José Saramago |
Manuel Pineda