La kufiya es un símbolo. Puede encontrársele en cualquier sitio. Junto a los campos de Palestina; en eventos tradicionales, o frente a la marcha de miles de personas en Europa o Estados Unidos. La kufiya resiste.
Es una prenda de vestir, sí, un pañuelo asociado con el año 3100 antes de Cristo, en Mesopotamia, dirían algunos. Una pieza muy popular entre los agricultores de Palestina, apuntarían otros. Para más allá de un grupo o clase social, ahora es un arma que enfrenta a “Israel”.
Una reliquia recién declarada patrimonio inmaterial por la Organización de Naciones Unidas para la Educación, Ciencia y Cultura. Una reliquia que narra la profunda conexión de una nación usurpada con su tierra.
“Se convirtió en un elemento clave para dar forma a cómo se percibe (a los nacidos en estos lares) en la conciencia colectiva del mundo libre”, afirmó el ministro de Cultura, Imad Hamdan, al recibir la noticia del organismo internacional.
La historia de resiliencia de este atuendo está vinculada al uniforme de los luchadores contra el colonialismo del Imperio Británico durante los años 1930.
Casi un siglo después, la kufiya es sinónimo de la lucha por la libertad ante el genocidio perpetrado por “Israel”.
En ella convergen estilos y tendencias que sobreviven al paso del tiempo, aunque la típica presenta tres patrones principales. Las redes de pesca, por la conexión con el mar; las hojas de olivo, por la perseverancia y la fuerza; las líneas anchas y delgadas, por la rica historia.
Tras el estallido de la operación Operación Diluvio de Al-Aqsa en octubre pasado, la demanda mundial de kufiyas aumentó mientras la gente marchaba y manifestaba su solidaridad en todo el mundo.
Sin embargo, los hirbawis (tejedores) no pueden incrementar las exportaciones porque “Tel Aviv” aisló entre sí las ciudades de Cisjordania ocupada.
Poco a poco, comenzó a crecer el comercio desde otras partes, con productos de menor calidad. No obstante, también cumplen su objetivo: revelar una y otra vez la presencia de un país, que sueña, imagina, invoca…