Dos meses después, en una reunión de la ONU, discutimos sobre las 8 medidas que debería cumplir Israel y llegamos a la conclusión, prematura para algunos, de que el documento de la CIJ era letra muerta. Ahora, casi 20 años después, repetimos nuestra conclusión. Así que esta columna está escrita desde el pesimismo, con el deseo ferviente de estar equivocado.
Israel fue aceptado por la ONU bajo la premisa de que aceptara dos resoluciones: la del Plan de Partición (181 de 1947) que le daba el 54% de la tierra y, por tanto, debería retirarse más allá de las líneas de armisticio, líneas que le daban control del 78% de la tierra.
Y la segunda resolución (194 de 1948) era la que garantiza el derecho al retorno de los refugiados palestinos, expulsados de sus tierras en 1948, sobre todo a países cercanos donde se establecieron en campos de refugiados y donde todavía permanecen sus hijos y sus nietos.
En otras palabras, Israel nació violando el derecho internacional. Y luego ha hecho lo mismo, a pesar de centenares de resoluciones sobre la adquisición de territorio por la fuerza, sobre el estatuto jurídico de Jerusalén, sobre la ilegalidad de todos los asentamientos israelíes en el territorio ocupado y sobre el derecho al retorno de los refugiados.
Además, me atrevo a decir que no hay una sola convención relacionada con derechos humanos y derecho internacional humanitario que no haya sido violada por Israel, de manera sistemática y en contra de los palestinos.
Volvamos a 2024, Israel es acusado de cometer genocidio, ante la CIJ, por Sudáfrica y con el apoyo de un grupo de países. La CIJ dice que es competente. Eso ya lo sabíamos y no podíamos esperar nada diferente. Sería suicida declararse impedido. Claro, había que cumplir con dicha formalidad.
El problema es que la CIJ ha dictado medidas provisionales cosméticas: Israel debe evitar que sus acciones militares afecten a civiles. Pero Israel no hace siempre acciones militares, no son hostilidades contra otro actor armado, sino ataques deliberados y sistemáticos contra personas civiles y contra sitios civiles.
Ya tenemos demasiadas evidencias del nivel de ataques deliberados contra campos de refugiados y de desplazados, contra hospitales y centros de salud, contra periodistas, contra sedes de la UNRWA y de la ONU. Eso lo reconoce la CIJ.
Hay medidas para cortar el suministro de agua, de alimentos y de todo tipo de ayuda humanitaria. Más de 10 menores edad quedan amputados al día por los ataques de Israel. Es claro que no son actos de guerra, son crímenes de guerra.
Si Israel nació violando las resoluciones de la ONU, si no ha cumplido en 75 años nada de lo dispuesto por la comunidad internacional, ¿qué podemos esperar? Si la misma CIJ citó hoy parte de las instigaciones al genocidio hechas por autoridades israelíes, ¿por qué podríamos suponer que la intención de Israel no es genocida?
En el genocidio de Darfur, la comunidad internacional abandonó a las personas. Las tropas de la ONU hicieron otro tanto dejando a su suerte a los civiles en el genocidio de Ruanda y, peor aún, su comportamiento en el genocidio de Bosnia.
Estamos ante unos actos criminales, un Estado israelí sistemáticamente infractor del derecho internacional, unos números que muestran claramente la intención israelí de arrasar a los civiles, una Corte con la capacidad -por lo menos en teoría- de detener un genocidio, pero vuelve a ganar la formalidad jurídica. Explíquenle eso a los gazatíes.
Recordemos que el Tribunal Internacional de Ruanda fracasó porque más de un año después no había examinado sino algo más de 60 casos. Fue un fracaso lleno de formalidades, burocracia y cálculos políticos.
Ahora, la CIJ decide que Israel puede seguir con la guerra, pero que no puede “atacar civiles”. Eso lo sabe Israel desde 1948, eso lo exigen los Convenios de Ginebra desde 1949, eso lo repiten todos los pactos de derecho internacional. No se puede implementar lo que pide la Corte a Israel, sin un alto al fuego inmediato. La CIJ ha levantado la mano para decir lo obvio.
La CIJ recoge en su declaración todo el nivel de maldad que ha alcanzado Israel, pero se limita a pedir a Israel que sea más cuidadoso. No logro pensar en una carta de un imaginario tribunal internacional que, en 1944, dijera:
“Señores Adolf Hilter, Rudolf Hess, Hermann Göring, Heinrich Himmler, Joseph Goebbels, Josef Mengele: por favor, recuerden que los campos de concentración no pueden afectar a los civiles, que las cámaras de gas deben usarse con prudencia, que en un mes los vamos a visitar a ver cómo va la implementación de normas, que los civiles de este mes hacia adelante tampoco cuentan, que no se note el genocidio; pueden seguir la guerra, pero más suavecito”.
PD: Ya Israel dijo que continuará la guerra y que la CIJ es antisemita.
Fuente: VDCL