Surge la interrogante si esto sigue siendo así o simplemente es parte de una crítica sin base ¿obedece quizás a retóricas caducas de un sector de las sociedades latinoamericanas, que siguen viendo a Washington como una amenaza, en lugar de un confiable socio estratégico en lo político, económico y militar? ¿Son ideas sin fundamento en épocas donde las relaciones internacionales, a partir de los avances tecnológicos, el uso de las redes sociales y la interdependencia global han adquirido otro tinte? A mi entender no hay nada de retórica o parte de la imaginación de un sector de la sociedad, que denuncia las intervencione de Estados Unidos, sino simplemente una realidad necesaria de modificar. No hay diferencias entre demócratas y republicanos. No existe distinción entre las políticas de Kennedy – quien al mismo tiempo se presentaba como un defensor de los derechos humanos, pero que incrementó por mil los ataques tanto a la naciente revolución cubana como la presencia de militares estadounidenses en Vietnam – O un Donald Trump, que no sólo ignoró a Latinoamérica, sino que desprecia toda posibilidad de relación con nuestra región. Llámese Richard Nixon, Gerald Ford, Ronald Reagan, George Bush, Bill Clinton, George W. Bush, Barack Obama, Trump o Joe Biden, cada uno de ellos se simplemente parte de aquella expresión gatopardista respecto a cambiar para que nada cambie pues nuestro continente para ellos es como lo sostiene una canción del grupo chileno Los Prisioneros “Latinoamérica es un pueblo al sur de Estados Unidos”.
En un interesante trabajo de Alexander Main, analista de Política Internacional del Centro para la Investigación Económica y Política - Washington DC - “¿América latina sigue siendo el “patio trasero” de Estados Unidos?” de Alexander Main escrito el año 2018 nos recuerda que “A fines de la primavera de 2008, el Consejo de Relaciones Exteriores, en Nueva York, publicó un informe titulado “Relaciones entre Estados Unidos y América Latina: una nueva dirección para una nueva realidad”. Un documento, como muchos de los Think Tanks – grupos de ideas, tanques de ideas - estadounidenses, programado para influir en la política exterior del Gobierno estadounidense. La tesis principal de dicho texto sostenía “la era de Estados Unidos la influencia dominante en América Latina ha terminado” (1) La influencia del documento se expresó en la llamada Cumbre de Las Américas del año 2012 celebrada en el mes de abril en la ciudad de Cartagena de Indias en Colombia donde el ex presidente Barack Obama prometió a los líderes latinoamericanos presente en el encuentro que “Estados Unidos iniciaría una nueva era, de asociación igualitaria y de respeto mutuo. El interés no era el respeto a nuestros países, sino que contender con la presencia de China, buscar mercados para sus productos en nuestro continente y tratar de revertir lo que es inevitable, que Latinoamérica diversifique sus relaciones y se sitúe en la vereda de las políticas multilaterales.
Durante la segunda administración de Obama, su secretario de Estado John Kerry avanzó en la promesa de Obama y declaró, solemnemente, ante sus pares cancilleres en la OEA en noviembre del año 2013 que “la era de la Doctrina Monroe había terminado” Palabras referidas por el mismo Kerry que unos meses antes no dudo en seguir considerando a México – previo a un viaje de Obama a ese país – como parte de su “patio trasero”. El discurso sólo anunciaba – lo que resultaría falso – ninguna palabra de disculpas, perdón, arrepentimiento de una política de casi 200 años – que consideró intervenciones directas, procesos desestabilizadores, apoyo a golpistas y golpes ejecutados por las mismas tropas norteamericanas. Instalación de títeres como gobernantes. Imposición de políticas de bloqueos, sanciones y embargos.
Las palabras de Kerry recibieron calurosos, obsequiosos y genuflexos aplausos, como si no se hubiese prometido tamaños propósitos con anterioridad. Esto, pues Washington no ha variado un ápice lo que ha sido su política intervencionista en Latinoamérica, tal vez no con la política de las cañoneras de antaño (2) pero con la fuerza del chantaje político y financiero que suele torcer voluntades de políticas independientes de los países latinoamericanos, administrados, muchos de ellos por gobiernos serviles, deseosos de no salir de la línea de política interna y externa trazada por las administraciones estadounidenses. Una realidad que se hace indispensable modificar y que permita debilitar en principio para posteriormente eliminar toda influencia de la Casa Blanca y sus poderes, principalmente los emanados de los grupos de presión – lobby – energéticos, sionistas y del complejo militar industrial – que marcan la política exterior estadounidense. y sus poderes financieros y militares. Bien sabemos lo latinoamericanos los daños ocasionados por esa idea y práctica de dominio de Estados Unidos sobre nuestro continente, desde el momento mismo del nacimiento de esta nación, tal como el libertador, Simón Bolívar lo señaló en agosto de 1829, cuando desde Guayaquil escribió una carta dirigida al coronel Patricio Campbell – encargado de negocios del imperio británico en las Américas -. Una misiva profética, que visualizó la gran amenaza que significaba para los pueblos del sur, el imperio que nacía en los Estados Unidos y lanzar su proclama ““Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia a plagar la América de miserias, en nombre de la libertad” (3).
Una realidad que se ha mantenido permanentemente y denunciado incluso por políticos fuera de nuestro continente. Tal es el caso de la diputada irlandesa ante el Parlamento Europeo Clara Daly, quien en octubre pasado denunció hoy el patrocinio por décadas por parte de Estados Unidos del terrorismo de grupos de derecha contra Cuba “El gobierno cubano denunció en su momento las más de tres mil víctimas mortales causadas por actos de agresión de Estados Unidos o de grupos financiados y preparados por la Agencia Central de Inteligencia, para socavar la Revolución en la isla caribeña. El gobierno del expresidente estadounidense Donald Trump incluyó a Cuba en la llamada lista de países patrocinadores del terrorismo, en una acción calificada de espuria e injustificada que refuerza el bloqueo de Washington contra Cuba. Llevamos décadas de respaldo por parte de Estados Unidos de organizaciones de derecha contra la Revolución cubana y contra Nicaragua, así como de escuadrones de la muerte en El Salvador y Guatemala” (4).
Una de las formas de presión que ejerce Estados Unidos sobre los pueblos latinoamericanos, refiere al chantaje en materia de inmigración. Lo han hecho en el llamado Triángulo Norte de Centroamérica – conformado por Guatemala, El Salvador, Honduras – donde ejercen fuertes presiones contra los mandatarios de esos países en materia de supeditar la ayuda financiera para el desarrollo siempre y cuando se reprima todo intento de los cientos de miles de inmigrantes que buscan mejores pespectivas de vida en Estados unidos. Con Colombia, por ejemplo, la política de visado representa un ejemplo de discriminación donde la autorización para expedir un visado, si acaso no se cumplen todas las exigencias solicitadas, puede significar una espera de varios años. Esto a pesar del carácter de socio estratégico de Colombia con Estados Unidos, las ocho bases militares que Washington mantiene en suelo colombiano y los 4.500 funcionarios de diversos departamentos de los gobiernos norteamericanos, acreditados en Colombia. La globalización y su supuesta democratización mundial es sólo permitida a bienes y servicios, las personas no son parte de la libre circulación.
Sumemos el hecho, que el país sudamericano es parte constitutiva de la OTAN como socio global de este organismo militar occidental. Una Colombia, que además, ha servido de plataforma para la irrupción del sionismo en nuestro continente y la instalación de gobiernos patrocinados por el narcotráfico y el paramilitarismo, como lo fueron los gobiernos de Álvaro Uribe, Juan Manuel Santos e Iván Duque. Algo de luz respecto a cierta independencia se está abriendo con el nuevo presidente Gustavo Petro, en materia de seguir con relaciones con Washington, al mismo tiempo que ha generado reencuentros con su vecina Venezuela, como también con Cuba y llevar a Colombia a relaciones en el plano de lo multilateral. Por ello resulta fundamental salir de la OTAN, ya que ser socio de esta entidad agresiva e invasora, no sólo implica obligaciones en el campo militar para sus adherentes, cuestiones de defensa y seguridad. Ser de la OTAN es asumir los principios ideológicos que obligan al alineamiento del país al liderazgo de Estados Unidos y los suyos y eso no es aceptable.
Otros analistas como el profesor Lucio Córdoba, Coordinador del programa de Investigación, Orden, Conflicto y Violencia de la Universidad Central del Ecuador, señalan que “el gobierno de Estados Unidos trata de realizar sus planes de interferir en los asuntos internos de Ecuador, utilizando la situación de una crisis en la esfera de seguridad” Córdoba destaca que una serie de políticos fuertemente ligados a Washington apoyan la labor del actual mandatario ecuatoriano Guillermo Lasso: la embajadora de Ecuador en Estados Unidos Ivonne Abuchakra de Baki, el ex ministro de Defensa Oswaldo Jarrín – bajo el gobierno del ex presidente Lenin Moreno - con fortísimo vínculos con el complejo militar industrial estadounidenses y la embajada israelí.
El ex ministro del interior Patricio Carrillo. La ex ministra de justicia María Paula Romo - bajo el gobierno de Lenin Moreno – quien, durante su gestión, y en la línea del Gobierno de Moreno de acercar relaciones con los Estados Unidos, se firmaron varios compromisos y acuerdos de cooperación con agencias de seguridad de ese país, destinados al control de la frontera con Colombia y el narcotráfico en la zona marítima. Además de concretar un programa de capacitación de la Policía, que inició en enero de 2020. Como parte de este calendario, 500 agentes partieron hacia Estados Unidos para formarse en distintas materias de seguridad. Sumemos al ex ministro de relaciones exteriores, Juan Holguin y el secretario de la seguridad nacional Diego Ordoñez. Todos ellos tan cercanos a Washington que la embajada de Estados Unidos en Ecuador llama a este grupo el sexteto maravilloso.
Los sucesos en Ucrania, con la operación militar especial de desnazificación y desmilitarización llevada a cabo por la federación rusa, ha generado ingentes esfuerzos de Washington de concretar una narrativa única de condena de los gobiernos latinoamericanos contra Rusia. Washington y Bruselas quieren obligar a los gobiernos del continente que se sumen a las políticas de sanciones, bloqueos, censuras, ataques y todo aquello que implique tratar de aislar a la federación rusa. Una política que ha generado fuertes tensiones en nuestros países, muy sensibles al intercambio económico internacional y donde cualquier acción que perjudique los niveles de intercambio, en este caso con Rusia puede inclinar la balanza de pagos hacia un déficit difícil de sostener. Bien saben que cualquier acción contra la nación euroasiática puede significar que esos contactos bilaterales con Moscú, que tanto ha costado concretar pueden significar la pérdida de un mercado importante cuyas importaciones son relevantes para las industrias locales y que no ha sufrido mayores modificaciones desde este gráfico elaborado el año 2019, previo a la pandemia – ya que comenzó su normalización a fines del año 2021.
Las importaciones y exportaciones de bienes entre Brasil y Rusia, por ejemplo, estuvieron valoradas en lo más alto del ranking de relaciones comerciales entre países de América Latina con el país más extenso del mundo. En total, Brasil importó 2.900 millones de dólares en bienes de su contraparte rusa y exportó un valor de 1.500 millones. Entre los productos con mayor valor de importación a Brasil se encontraban los fertilizantes. Las sanciones a Rusia han tomado diversas formas y hasta ahora se concentran en los países desarrollados, pero Washington quiere sumar a nuestra región en ello, bajo la idea, que así como ha sido tradicional puede dictar nuestras líneas de relaciones en el campo de la política exterior. Difícilmente el presiente electo Lula da silva o Gustavo Petro en Colombia, Luis Arce en Bolivia, Nicolás maduro en Venezuela, Daniel ortega en Nicaragua o Andrés Manuel López Obrador en México, atenderán los cantos de sirena estadounidenses.
Seguramente encontrará Yanaconas, pero otros muchos que no se suman a esta línea de presiones. Contra un país que nada negativo les ha hecho a nuestros países. Las sanciones contra Rusia son financieras: Excluyendo a bancos rusos del sistema internacional de pagos SWIFT. Congelamiento de reservas y otros activos rusos en el exterior. Suspensión de compras de bonos rusos. Suspensión del acceso de Rusia a recursos del FMI y Banco Mundial. Como también sanciones comerciales: Retiro a Rusia del trato de Nación Más Favorecida. Prohibición de importación de petróleo y gas rusos e incluso fijar un precio de venta máximo. Prohibición de importación de productos de hierro y acero rusos. Prohibición de exportación de tecnologías claves. Prohibición de exportación de bienes de lujo. Difícilmente los países latinoamericanos, en forma mayoritaria, se sumarían a una política de sanciones contra Rusia. La posibilidad de sustitución de importaciones de insumos agrícolas es limitada pues tanto Rusia como Bielorrusia – su aliado - representan porcentajes imposibles de sustituir en nitrato de amonio, urea, entre otros (5).
En otro plano, este Estados Unidos que sigue creyendo que puede hacer y deshacer con nosotros, en esta etapa de pandemia por el Covid 19 simplemente les dio la espalda a ideas de cooperación sanitaria y se enfrascó en un “sálvese quien pueda”. Una pandemia que demostró a nuestro continente y al mundo en general que Washington marcha por sus propios intereses comerciales, mercantiles y protección incluso de parte de su propia sociedad – si deben morir los menos favorecidos económicamente que lo hagan – todo esto a pesar de sus llamado públicos a una asistencia mutua. En materia de compra y venta de tecnología y fármacos, Estados Unidos se comportó, simplemente, como un Corsario, y allí no importó quien estaba en su “patio trasero”. Un Estados Unidos que además utiliza a nuestros países como laboratorios en el proceso de elaboración de armas biológicas. Pruebas de nuevas vacunas contra patógenos y virus peligrosos. Algunos ensayos clínicos de vacunas contra el Covid 19 fueron realizados en laboratorios en los territorios de Perú y Brasil, entre otros (6).
Latinoamérica debe caminar hacia su integración, salir de retóricas y prácticas de dominio hegemónico como los que ha realizado Estados unidos desde el nacimiento mismo como nación. En una economía mundial que se mueve hacia lo multilateral – ajeno a las concepciones unipolares de Washington – debemos apostar tanto al fortalecimiento de mercados extrarregionales como regionales. Profundizar nuestra integración productiva y comercial es crucial para alcanzar escalas eficientes de producción. Diversificar nuestras las exportaciones y reducir la exposición a shocks externos. Avanzar hacia un mercado digital regional que promueva el comercio intrarregional, como también la internacionalización de las pymes y atraer inversiones de países que han tenido frenos para ingresar a Latinoamérica, entre ellos Rusia, China. Irán, Turquía, entre otros.
Este dejar de lado consideraciones añejas e inapropiadas respecto a calificar a una vasta zona del mundo como patio trasero ha llegado a su fin. Recuerdo en ello a la propia federación rusa, que hace unos años atrás, a través de su cancillería sostuvo la necesidad de “respetar el derecho internacional para que no haya eventuales guerras, que inciten al intervencionismo estadounidense. Hace tiempo que los países de América Latina y el Caribe dejaron de ser el patio trasero de Estados Unidos” sostuvo la portavoz de la Cancillería rusa, María Zajárova. En este contexto, argumentó que gracias al desarrollo económico, científico, financiero y político que muchos de los países latinoamericanos han desarrollado durante los últimos años, les ha permitido librarse del dominio estadounidense. El desarrollo en todos sus aspectos ha propiciado a que muchos de estos países latinoamericanos no se les pueden tratar como si un hermano mayor se dirigiese a otros miembros de la familia menos desarrollados… Latinoamérica ha tenido muchas oportunidades de “poner a Washington en su sitio sobre lo inapropiada que es su conducta respecto a América Latina” (7).
Es necesario incorporar la perspectiva de la economía circular en las agendas comerciales de los países y de los mecanismos de integración. La integración regional es indispensable alcanzar una mayor autonomía productiva en sectores estratégicos (8) En definitiva Latinoamérica debe buscar su camino propio y ello explica el cambio de dirección política de muchos gobiernos de la región. Lo que esperamos es que esos sectores, que se supone más cercanos a las demandas y necesidades sociales buscarán ese camino propio y si ello implica acercar posiciones con países como los mencionados, con culturas distintas, pero dotados de un pensamiento y práctica multilateral, entonces avancemos en esa dirección.
Pablo Jofré Leal
Artículo para Hispantv
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